Recientemente los medios internacionales difundieron la negativa del gobierno cubano de permitir la entrada al país del secretario general de la OEA, Luis Almagro. Pero ninguno decía que llegaría a la isla para recibir un premio por parte de una ONG que opera ilegalmente en Cuba, en complicidad con la ultraderechista Fundación para la Democracia Panamericana, creada para dirigir recursos contra los gobiernos legítimos e independientes en América Latina.
La ONG Red Latinoamericana de Jóvenes por la Democracia, liderada por Rosa María Payá (hija del fallecido activista opositor Oswaldo Payá) organizó un encuentro para entregar el premio Oswaldo Payá, “Libertad y Vida”, donde serían recocidos Almagro, y algunos miembros de la llamada Iniciativa Democrática para España y las Américas (IDEA), operadora de agresiones contra los gobiernos progresistas de la región.
El evento, según una declaración emitida por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba (Minrex), es una “grave provocación contra el gobierno cubano” y pretendía “generar inestabilidad interna, dañar la imagen internacional del país y, a la vez, afectar la buena marcha de las relaciones diplomáticas de Cuba con otros Estados”.
“Al conocer de estos planes y haciendo valer las leyes que sustentan la soberanía de la nación, el gobierno cubano decidió negar el ingreso al territorio nacional a ciudadanos extranjeros vinculados con los hechos descritos”, explica el documento del Minrex.
Aunque ni estas provocaciones ni las ONGs y fundaciones que las organizan son nuevas, es muy penoso que Almagro, quien en un momento acompañó las políticas del ex presidente Pepe Mujica, se incorpore como personaje central, alineado con las derechas del continente y con los ojos vendados ante las políticas neoliberales de los gobiernos que abiertamente apoya.
El gobierno de Cuba asegura que estas “declaraciones y actos abiertamente anticubanos” de Almagro y la OEA, no son una sorpresa. “En muy corto tiempo al frente de esa organización, se ha destacado por generar, sin mandato alguno de los estados miembros, una ambiciosa agenda de autopromoción con ataques contra gobiernos progresistas como Venezuela, Bolivia y Ecuador”, cita la declaración de la cancillería.
Cuando una ofensiva neoliberal ha retornado a Latinoamérica, llevando a la pobreza a millones de personas, y se han redoblado los ataques imperialistas contra la integración regional y la institucionalidad democrática en varios de nuestros países, ¿dónde ha estado la OEA? Siempre guardando “cómplice silencio frente a estas realidades”.
Violando uno de sus principios fundacionales, recogidos en la Carta de la OEA, donde se habla de “lograr un orden de paz y de justicia” entre los estados americanos, “fomentar su solidaridad, robustecer su colaboración y defender su soberanía, su integridad territorial y su independencia”, la OEA siempre ha sido un instrumento de Estados Unidos, una punta de lanza contra América Latina y contra la Revolución Cubana.
Por solo mencionar algunos ejemplos, las invasiones norteamericanas a Panamá y República Dominicana, ocurrieron ante las narices de la OEA, ciega, sorda y muda. Su inexistencia durante el frustrado golpe de Estado a Hugo Chávez, en abril de 2002, su anémica respuesta al golpe contra Manuel Zelaya en Honduras en 2009 y el apoyo norteamericano a la agresión armada con la que Gran Bretaña mancilló la soberanía de Argentina sobre las Islas Malvinas, en 1982.
Más recientemente, la OEA de Almagro ha pretendido aplicar la Carta Democrática contra Venezuela y a llamado “dictadorzuelo” al presidente Nicolás Maduro.
En ese contexto, no ha de extrañar que pretenda viajar a Cuba para recibir un premio de una organización ilegal, que aspira a desestabilizar el gobierno revolucionario.