
Comparar realidades –aunque esto moleste a comunicadores y políticos opositores- es un examen ineludible, particularmente si recordamos que tan solo 14 años atrás en la Argentina se asesinaba a manifestantes en plena Plaza de Mayo, proliferaban los bolsones de hambre y los piquetes como último recurso del cuarto de la población desocupada. Era el epílogo de un plan orquestado por los centros de poder más retrógrados, instaurado a sangre y fuego el 24 de marzo de 1976.
La débil democracia alfonsinista no logró desarmar este proyecto, que luego profundizó el menemismo con su traición. La senda que modificó este rumbo recién comenzó el 25 de mayo de 2003, cuando nuevamente un gobierno puso como objetivo principal de su gestión el bienestar común, poniendo al servicio de esa meta el impulso del mercado interno, las políticas de inclusión social, el reordenamiento de los vínculos internacionales, entre otros.
Luego de esa experiencia crítica que nos llevó al triunfo de la fórmula Kirchner-Scioli, el escenario no era claro y muchos pensamientos anidaban confusos. Pero desde el día de la asunción, el país se propuso ser otro, y el resultado está a la vista. Las confusiones se disiparon. Gradualmente, los actores políticos dejaron marcada su pertenencia a este nuevo proyecto y aquellos que antes parecían asemejarse fueron desplazados por una línea de tendencia que no los representaba.
Como complemento de este fenómeno, el peronismo se reconstituyó en torno a su esencia, sus valores y su ideología histórica. El liderazgo que asumió el desafío de implementar un proyecto nacional y popular –y enfrentar a los sectores reticentes al cambio- generó como efecto la abrumadora adhesión de miles de militantes políticos, que hicieron trascender estos logros y los transformaron en ideas fuerza compartidos por una mayoría absoluta.
Lamentablemente, todavía persisten quienes intentan ver en nuestras contradicciones –que las hay, no debemos negarlas- la posibilidad de que este camino no perdure. Se equivocan. Olvidan que esas diferencias son las que nos permiten crecer como fuerza política, profundizar nuestro vínculo con el pueblo y desarrollar acciones que garanticen la dignidad del hombre generando más y mejores fuentes de trabajo, mayor justicia social, independencia y soberanía.
Los intentos de determinar cuan parecido es Scioli a Cristina, o si ésta lo va a manejar, o cuan influenciable va a ser su gestión en caso de asumir la presidencia me resultan irrisorios. ¿O no es acaso la misma chicana que postulaban los afiches que decían que Néstor sería el Chirolita de Duhalde? A 70 años del inicio de la revolución peronista, todavía no entienden el concepto de lealtad, de unidad en la acción, de compañerismo. Una verdadera pena.
Decía Perón que existen hombres que toda su vida han hecho política, pero nunca la comprendieron. Esa falta de visión es la misma que impide a muchos comprender la fortaleza del peronismo de cara a las próximas elecciones: que hay fuerzas sociales, económicas y políticas dispuestas a luchar por las conquistas logradas en estos últimos 12 años. “La sabiduría está en poderlas encaminar coordinadamente hacia un objetivo y una acción común”, afirmaba Perón.
La conducción de nuestro Movimiento cuenta con los cuadros para dirigir la continuidad de este proyecto. El pueblo lo sabe, y no olvida. Allí reside su verdadera carta ganadora