Dante Gebel, mi candidato y los políticos profesionales - Política y Medios
23-12-2025 - Edición Nº6535

OPINIÓN

Dante Gebel, mi candidato y los políticos profesionales

11:59 |Análisis de la emergencia del pastor evangelista que llena estadios y revienta las métricas con sus videos, como contraste o consecuencia de la deteriorada clase política, su eterna grieta y eternas deudas con la sociedad.

Nota de opinión, por Blas Kabalin (geógrafo, peronista y creyente).

Estas últimas semanas, cuando parecía que el debate de política coyuntural se había retirado para dejar unas fiestas decembrinas con menos novedades de candidaturas, alianzas, propuestas y demás —¡ay, qué ingenuidad!—, además de la bochornosa jura en diputados, que dejó escenas lamentables y vulgares, poco dignas para el pueblo que representa el Congreso de la Nación Argentina, como los comentarios del diputado Gerardo Cipolini, que parecen sacados de la peor temporada de Gran Hermano, apareció en el debate público un nombre nuevo: Dante Gebel, pastor, televangelista, carismático hombre de fe, que a raíz de su show “PRESIdante” y declaraciones realizadas en los medios, se muestra con intenciones de ejercer nada más ni nada menos que el cargo de presidente de la república.

Porque en un país que ha visto desfilar a economistas fallidos, abogados corruptos, militares golpistas, un imitador de Freddy Mercury, un pusilánime mayúsculo y hasta un rockero wannabe que habla con mascotas muertas, ¿por qué no un predicador que llena estadios como si fuera un Rolling Stone evangélico?

Según las primeras encuestas que miden la sorpresiva candidatura para 2027, como la de CB Opinión Pública que lo ubica coqueteando con el 2% de intención de voto, Gebel ya despierta adhesiones sorpresivas, respaldado por figuras como el sindicalista Juan Pablo Brey, líder de aeronavegantes, o hasta Juan Grabois, quien soltó un comentario positivo en un canal de streaming; inclusive Baby Etchecopar lo adula tras una entrevista all inclusive en California, o sus entrevistas con Dady Brieva o Mario Pergolini, que algunos ven sospecha, pero ¿será que el pastor une donde otros dividen, atrayendo a sectores variados con su carisma y su enfoque en el diálogo sobre temas cotidianos, espiritualidad y valores por sobre la grieta?

El debate rápidamente se aceleró en redes sociales, en gran medida por cuentas que, ante la confusión y la novedad —para ser justos—, comenzaron a elaborar teorías de las más variadas respecto de los intereses que representa el pastor. Las cuentas libertarias lo acusaron de kirchnerista, de "kuka", a raíz de un estadio facilitado hace décadas por el entonces gobernador Daniel Scioli —¡al actual funcionario de Milei!—, mientras otras oficialistas lo tildan de falso outsider que estaría erosionando el electorado del actual presidente Milei, el león, cuya gestión, a casi dos años, ya acumula fracasos que podemos resumir en los rescates internacionales millonarios, además de escándalos como la criptoestafa y el caso de las coimas de los laboratorios.

De otro lado, también resultó curiosa la ocurrencia de cuentas opositoras al gobierno que plantean que el televangelista estaría vinculado a nada más y nada menos que a la CIA (Central Intelligence Agency de EEUU), ya que el pastor hace más de una década vive y trabaja en Miami —¡porque, claro, todo residente de Florida es un agente encubierto, como si no bastara con “El Reino”, la novela de Netflix, para entretenernos!— La especulación roza lo disparatado: ¿y si, en lugar de un espía, es simplemente un argentino más que emigró y ahora regresa con un mensaje de esperanza y unidad? Su ya tan mencionada "teología de la prosperidad" parece apuntar más a la motivación personal y reconstruir el autoestima de las personas que a cualquier complot global.

Pero este tipo de reacciones —desde acusarlo de ser un instrumento de la CIA hasta tildarlo de infiltrado kirchnerista— no hace más que reflejar el mismo cuadro de sobreideologización y miopía que nos llevó al desastre. Porque, en el fondo, lo que parece olvidarse en este debate es el fracaso rotundo de los proyectos políticos que allanaron el camino a la crisis actual: el gobierno de Mauricio Macri, que prometió pobreza cero y una lluvia de inversiones, pero dejó una economía en caída libre, una deuda récord con el FMI y un ingreso per cápita desplomado; y el de Alberto Fernández, un desastre total caracterizado por la inflación descontrolada, los escándalos documentados y una incapacidad absoluta para construir consensos, que dejó al borde de la hiperinflación y con índices de pobreza extrema.

Hoy, los libertarios repiten la fórmula con ajustes brutales en salud y educación, mientras una oposición fragmentada no logra articular una alternativa. En este vacío, grupos sobreideologizados de todos los bandos —libertarios sectarios que ven "kukas" en cada esquina, kirchneristas que gritan "¡CIA!" ante cualquier vínculo con Miami, y radicales perdidos en su propia grieta— atacan a Gebel paradójicamente con la misma actitud de culto fanático que dicen rechazar. Se niegan a ver que su irrupción, más que una amenaza, expone la incapacidad de la política profesional y pone en evidencia un anhelo de unidad por encima de las divisiones que ellos mismos alimentan.

Justamente, en este panorama, los políticos profesionales, esos constructores de la grieta eterna, si sos evangélico te quieren solo para que vayas a trabajar en las cárceles —donde los evangélicos han crecido en influencia, con pabellones enteros dedicados a su fe— o a los lugares remotos y olvidados donde ellos, desde su ineficiencia estatal crónica, no llegan ni resuelven nada, dejando comunidades destrozadas por la pobreza y la ausencia de servicios.

O bien, te mandan a sanar la destrucción comunitaria que ellos mismos generan sobreideologizando todo, polarizando hasta el absurdo con sus batallas culturales eternas de "nosotros contra ellos", que han llevado a la desintegración social y la depresión colectiva. Pero ¡ay, si querés candidatearte y gobernar evangélico! Inmediatamente sos de la CIA —¡porque claro, Miami es sinónimo de espionaje, no de oportunidad para LATAM!—, tenés que pedirle permiso a ellos, los dueños autoproclamados de la política, o mostrarte como aliado o enemigo de sus facciones o de sus adversarios, encajando en su sistema binario ridículo.

¡Qué ironía suprema, que la minoría religiosa evangélica, con su historia de resistencia a persecuciones y su trabajo en territorios descuidados por el Estado, ahora sean vistos como amenaza cuando aspiran a gobernar para arreglar algo de los fallos ajenos! Gebel, con su trayectoria impecable (sí, impecable, el tipo no tiene un solo escándalo) y su capacidad de comunicar y llenar estadios mientras el país vacía sus esperanzas, representa precisamente esa alternativa fresca que los sectarios temen, porque no necesita su permiso para inspirar y convocar.

En todos los casos, recorriendo los planteos realizados por los usuarios de redes, o planteos más elaborados como la nota en la Revista Noticias “Dante Gebel, candidato: secretos del avance del poder evangélico”, o la embrollada y confusa nota de la revista Panamá “Dante Gebel, Teología de la Liberación vs Teología de la Prosperidad”, algunos debates planteados en el contexto de canales de streaming donde se cita, en buena hora, pero como talismán para hacer decir cualquier cosa al antropólogo Pablo Semán, es posible advertir una cosa con absoluta certeza: el pastor desequilibra la arena política argentina.

En un contexto donde la consolidada grieta política, dada en gran medida por la oposición o apoyo al kirchnerismo, y a raíz de los continuos fracasos de gestión pública por los funcionarios y dirigentes involucrados tanto en la gestión actual como en las anteriores, que se ve reflejada en una caída histórica de la participación electoral, migraciones masivas al exterior, y epidemias de ludopatías y depresión en los grupos sociales más vulnerables —¡porque nada grita "éxito gubernamental" como la juventud huyendo al exterior o apostando el último peso en apps!—, el pastor en su discurso, poco citado por cierto, 
empieza a poner al ser humano en el centro, no tiene un pasado reprochable —a diferencia de tantos con escándalos que superan sus logros—.

A este país han tenido la oportunidad de gobernarlo presidentes de las más variadas extracciones políticas y subculturas, desde radicales hasta libertarios, pasando por peronistas de todo color; ahora, ¿un pastor con monólogos motivacionales y un tour de despedida que, curiosamente, no termina en 2025? ¡Qué ironía, la verdad, como si el próximo milagro fuera expulsar demonios ideológicos con un sermón fresco y un enfoque en la gente real, no en las sectas políticas y sus narrativas que nos han llevado al abismo!

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