En los negocios de barrio, la postal de fin de año ya no es la de otros diciembres. Las góndolas que solían poblarse desde noviembre con pan dulces, budines y confituras navideñas hoy muestran una oferta más acotada y discreta. El consumo llegó golpeado a las fiestas y los comercios acusan la malaria.
El derrumbe no responde a una sola causa. A la suba persistente de precios y a la pérdida del poder de compra de salarios y jubilaciones se le sumó, durante todo el año, el impacto de los tarifazos en servicios públicos.
El resultado de un ajuste silencioso pero sostenido en los gastos corrientes quedó especialmente expuesto en vísperas de las fiestas, época donde el consumo suele pegar un salto y que muchos comerciantes esperan para salvar años de actividad magra.
Los números confirman la sensación que se repite detrás de los mostradores. Según un relevamiento de Consumidores Libres, la canasta navideña aumentó un 35,9% respecto de diciembre de 2024. La medición se realizó sobre una selección de 24 productos y muestra un salto que contrasta con ingresos cada vez más ajustados: el salario mínimo no llega a los $335 mil.
El informe también puso la lupa sobre los comercios grandes, donde las canastas registraron subas que van del 20% al 45%. En el promedio conviven incrementos extremos, como el de las avellanas con cáscara, que casi duplicaron su precio, o el asado, que se encareció más de un 80% en un año. Otros productos típicos de la mesa navideña -almendras, pan dulce de primera marca- rondan aumentos cercanos o superiores al 40%.
Con esos movimientos, la canasta que un año atrás costaba alrededor de $133 mil hoy se consigue por casi $181 mil. Una cifra que deja en evidencia el descalce entre precios y salarios y explica la cautela que domina al sector comercial.
La respuesta de los negocios fue defensiva. Muchos redujeron compras a mayoristas y ajustaron el stock anticipándose a una demanda menor. Incluso los almacenes barriales, que captaron parte del consumo que se retiró de las grandes cadenas, optaron por no sobrecargarse de mercadería.
Desde el sector, Fernando Savore, referente de los almaceneros bonaerenses, explicó que se multiplicaron las “canastas de crisis”. La más básica, con cinco productos clásicos -pan dulce, sidra, turrón, budín y garrapiñadas- se ofreció a $7000 y tuvo buena aceptación. También aparecieron variantes de $8000 y $9000. En Rosario, una opción similar se vendió a $6000, con niveles de demanda aceptables.
La estrategia apunta a sostener volumen en un contexto adverso. Pero las expectativas están puestas en los últimos días del año. Por ahora, el movimiento es tibio y el aguinaldo todavía no se siente con la fuerza que muchos comerciantes esperaban.
Es que, según sondeos privados como el de Focus Market, alrededor del 30% de los asalariados registrados destinará su medio salario extra a cubrir deudas. Con ingresos que, en el mejor de los casos, alcanzan hasta mediados de mes, la Navidad llega fuertemente atravesada una crisis de poder adquisitivo que obliga a celebrar con lo justo.