El gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, comenzó a mover fichas con la mirada puesta en 2027. Viajes, gestos políticos y reuniones con gobernadores peronistas dibujan un esquema de proyección federal que busca sacarlo del encierro bonaerense.
Sin embargo, ese intento de salto nacional convive con una realidad menos épica: la interna con La Cámpora lo mantiene anclado en las disputas del poder provincial.
En los últimos días, el gobernador aceleró señales hacia afuera. El miércoles estuvo en Formosa junto a Gildo Insfrán, en una agenda de gestión que en La Plata leen como el inicio de una serie de recorridas que se profundizarán en los próximos meses.
Un día después, sumó otro gesto de alcance nacional al marchar a Plaza de Mayo con la nueva conducción de la CGT en rechazo a la reforma laboral impulsada por el Gobierno de Javier Milei.
La semana también incluyó un encuentro con mandatarios provinciales del peronismo. En la Casa de La Pampa, en la Ciudad de Buenos Aires, Kicillof compartió mesa con los gobernadores Sergio Ziliotto (La Pampa), Ricardo Quintela (La Rioja), Insfrán, Gustavo Melella (Tierra del Fuego) y Elías Suárez, acompañados por legisladores nacionales.
En ese cónclave, desde La Plata subrayaron un dato: el bonaerense fue quien menos diputados llevó. Apenas seis, sobre un total cercano a setenta.
Ese despliegue, pensado para construir volumen político de cara a una eventual candidatura presidencial, choca con la dinámica áspera de la política provincial.
Kicillof logró aprobar el Presupuesto y el endeudamiento en la Legislatura tras una negociación extensa, no solo con la oposición sino también con el kirchnerismo duro. El malestar quedó expuesto cuando en Quilmes advirtieron que el plan de obras no incluía las prioridades de Mayra Mendoza.
“A partir de ahora, ella entra en modo opositora responsable”, deslizaron en su entorno.
Superada esa votación, se abrió otro frente: la pelea por la vicepresidencia primera del Senado bonaerense, un cargo clave en la línea sucesoria. La Cámpora, con respaldo del Frente Renovador, impulsa a Mario Ishii. El axelismo, en cambio, quiere a una dirigente de extrema confianza del gobernador y propone a la senadora Ayelén Durán.
La figura de Ishii condensa parte de la tensión. El intendente de José C. Paz fue aliado de Kicillof en los primeros años de gestión, cuando varios funcionarios del gobernador encontraron refugio en la universidad de ese distrito. Esa sintonía se rompió en julio, cuando Ishii encabezó una cumbre para exigirle al mandatario que diera marcha atrás con el desdoblamiento electoral.
En el entorno de Kicillof reconocen el desgaste que provoca la interna permanente con la organización de Máximo Kirchner. Advierten que el poder de La Cámpora ya no es el de otros años, pero denuncian una estrategia de erosión constante. “Ponen palos en la rueda todo el tiempo y apuestan al desgaste”, repiten cerca del gobernador.
A ese cuadro se suma la renovación de autoridades del PJ bonaerense, otro frente que promete meses de tensión. Hubo un acuerdo básico: si no se logra un candidato de unidad, habrá elecciones partidarias el 15 de marzo. Hasta entonces, se abre un período de negociaciones que Kicillof preferiría esquivar, pero que sabe inevitable.
Pese a todo, el gobernador se muestra más cómodo en el armado con sus pares provinciales que en la rosca con intendentes. Las recorridas por el interior le permiten correrse de una lógica que, según su entorno, se reduce a pedidos de “recursos, obras y cargos”. El armado federal recién empieza y se apoya, por ahora, en diálogos con dirigentes del peronismo.
No habrá, al menos en esta etapa, fotos con gobernadores opositores. “No va a ir por ahí. La estrategia es recorrer provincias con pymes en crisis o maestros golpeados por el ajuste de Milei”, explica un ministro de su círculo íntimo.
En paralelo, se trabaja en ajustar el discurso: admiten que el perfil metropolitano de Kicillof choca con las realidades provinciales y que temas sensibles, como la minería en Cuyo, exigen propuestas específicas.
Kicillof quiere salir del barro bonaerense y proyectarse a nivel nacional. Sabe, sin embargo, que antes deberá atravesar un laberinto de internas partidarias que, lejos de ordenarse, amenazan con condicionar su carrera presidencial antes de despegar.