En un escenario de dólar estabilizado a fuerza de intervenciones oficiales, los precios de los alimentos avanzan sin freno y la carne volvió a convertirse en el termómetro más sensible del bolsillo.
Según referentes del sector, los incrementos en góndola y carnicerías llegan hasta el 25%, impulsados por la apertura exportadora del Gobierno nacional y el salto en el valor del ganado en pie.
El movimiento comenzó a fines de septiembre y se intensificó desde octubre, con nuevas listas que los carniceros aseguran se trasladarán de lleno a la inflación de noviembre. Las consultoras privadas ya proyectan un Índice de Precios al Consumidor por encima del 2,5%, con un arrastre particularmente fuerte en alimentos, que representan un tercio del IPC.
A pesar de los aumentos, el consumo no muestra una caída abrupta: la demanda ya venía resentida y con migraciones hacia opciones más accesibles como el pollo, por lo que el sector no detecta un derrumbe mayor al habitual.
“La carne subió desde octubre un 15 por ciento; la realidad es que tendríamos que ir de a poco a los precios internacionales, los precios se van a ir afianzando, no van a bajar y van a seguir subiendo”, explicó Sergio Pedace, vicepresidente de la Cámara Argentina de Matarifes y Abastecedores.
Agregó que, en el Mercado Agroganadero de Cañuelas, la plaza se mantuvo “muy firme”, con una entrada de 8.000 cabezas que no evitó la presión alcista.
El impacto en los bolsillos se siente corte por corte. Carniceros hablan de aumentos de hasta $3.000 por kilo, y aseguran que ya es casi imposible encontrar asado por debajo de los $15.000. Las milanesas treparon a $18.000, con precios aún más altos en zonas de mayor poder adquisitivo. La carne picada, que suele funcionar como refugio, ya ronda entre $8.000 y $10.000 por kilo.
Con diciembre a la vista y la demanda típica de fin de año, las carnicerías proyectan un incremento adicional del 5%. Por eso, muchos comerciantes recomiendan a los clientes adelantar compras y congelar: quien pueda pagar hoy, dicen, evitará los aumentos de las próximas semanas.
Los matarifes explican que también juega un factor estacional: el público empieza a buscar más milanesas, parrilla y churrascos, mientras que los cortes para puchero pierden protagonismo y, por ende, suben menos. “Hay cortes que suben más que el promedio”, señalaron, y remarcaron que el consumidor argentino ya se acostumbró a “comprar antes” para ganarle a la inflación.
En ese marco, Pedace cuestionó las señales oficiales. Aseguró que para recomponer el stock ganadero se necesita “una política previsible, que haya un rumbo, que no les mientan (a los productores), que no cierren exportaciones, que el dólar sea libre”. Pero también advirtió sobre el efecto de la apertura total: sin control, los precios locales comienzan a moverse al ritmo internacional.
Según el dirigente, el salto exportador ya muestra consecuencias. “Los chinos empezaron a comprar bife de chorizo, están probando carne buena”, dijo, y alertó que “en ese contexto nos vamos a quedar sin vacas” porque “hay menos campos ganaderos”.
Además, recordó que Argentina faena animales de 300 kilos, mientras que el estándar global exige hacienda de 500 kilos y categorías más pesadas, como las que demanda Estados Unidos.
El desborde no se limita a la carne. Las consultoras LCG, Eco Go y Analytica detectaron subas pronunciadas en alimentos durante noviembre. Esta última midió un salto del 2,8% en cuatro semanas. Las frutas treparon más del 11% y las verduras casi 4%, consolidando un alza generalizada en productos frescos.
En un informe reciente, el Centro de Economía Política Argentina (CEPA) confirmó la tendencia: la carne aumentó 4,4% en octubre y 11,4% en los primeros diez días de noviembre, anticipando una escalada más fuerte en las ventas minoristas.
Según el organismo, la caída del consumo interno de carne vacuna está directamente asociada a la pérdida del poder adquisitivo. “Una evolución salarial limitada explica, en buena medida, la menor capacidad de consumo de los hogares”, concluyó.
Con precios que no encuentran techo y una demanda que se adelanta por miedo a nuevas subas, el mercado cárnico vuelve a encender las alarmas. Y, en paralelo, alimenta un interrogante que sobrevuela al Gobierno: ¿hasta cuándo podrá sostener un dólar quieto mientras los alimentos corren por el carril rápido?