Por: Horacio Alejandro Miguel Analista político
Se fue octubre, lejano, ilegible, y los consultores agradecen. Con la factura va el perdón, para los que ganaron y los que perdieron.
Por un momento del domingo consideré que las derrotas se empataban, se igualaban en la frustración de lo que no fue, se desechaban, disimuladas, las ilusiones de que todo se prenda fuego; como buen empleado público que trabaja de concejal, intendente, diputado o senador, la esperanza es lo último que se pierde (yo, argentino).
Pero nada de eso pasó, "el peluca" de insomnio vio renacer su proyecto político escondido en el ropero.
Pasó lo que “nadie esperaba”, quizás ni ellos, mucho menos incluso que el triunfo de octubre. En otras palabras: pasó algo que supo enamorar al argentino desde tiempos inmemoriales, algo que aparece hoy como una novedad de encanto del gobierno.
Esa novedad encantadora de serpientes se llama pragmatismo, algo que en el videogame de la política, como en la vida, si te sale bien, te deposita en el siguiente nivel.
Un colorado, ahora pelado, porque pelado era el que se fue sin irse de la boleta, ganó la madre de las batallas. Y entonces nos pelamos todos, como preso narco del Reino Bukele. ¿Quiénes son esos pelados? Son los pragmáticos victoriosos.
El Pdte. supo construir la épica que conmueve a quien de gestión y de propuestas poco ve, como el jugador estrella de “los pibes para la liberación”, por ejemplo, el ex joven, pero siempre hijo de, Máximo K; a quien se lo escuchó en la pública: “yo le rescato y respeto a Milei blablabla”.
Entonces, el colorado ex amarillo, ahora pelado y lila, no solo ganó, sino que le dio al gobierno un capítulo épico, un momentum rockstar muy superior al Movistar Arena.
Mientras se velaban los “seguro pierden” y los “se van” que la ilusión derrocadora que predicaban candidatos y operadores bajo la excitación que sobregiraban y vendían sus consultores pregonaban.
¿Ganamos? Sí.
¿Pensábamos que perdíamos? Sí.
¿Qué es lo que habíamos perdido antes de ganar pensando que perdíamos? La centralidad de la agenda.
Ok, y ¿cómo la recuperamos? Con escenas explícitas de pragmatismo al palo. (Tentadísimo de decir, es el pragmatismo estúpido, pero no).
¿Entonces qué?
El pelado colorado no asume, el vocero legislador será ministro de ministros, Petri amigo fisic to roll, “compañero de primaria”. Karina fuerte como música a fin de año, ¿y Santiago? Ahí prefiero no arriesgar.
Eligió trascender que “iba a ser”, pero prefirió seguir en el despacho del de al lado. Quizás Karina le torció nuevamente la mano, o Mauricio lo borró del pragmático gabinete, o, como dice uno de sus mentores, el ex gurú Durán Barba, “se quedó donde se quería quedar”.
El gobierno retoma su agenda, la centralidad, y en una economía seca como siesta santiagueña se prepara para inundar de sociedad de servicios, de rigis, ripis, de obra pública y de reformas estructurales a su fin de año más temido.
Todo quedará supeditado a lo más importante: que la agenda del acontecer no demande nuevo pragmatismo. Javo parece haber entendido que es “más lo que sucede” que lo que “conviene”.
Navegar esa tumba de ideales no es para cualquiera; por momentos meme, por momentos ángel gris, este gobierno se aseguró transitar el 50% de su gestión ganando el partido de ida con buena diferencia de gol.
Todo por hacer, desde hace muchos años, y para el argentino no hay ilusión derrocadora de un loco desquiciado que pese más que una corrida imparable del “lunes que no fue”.