
Por: Lautaro González Amato*
La foto del “alineamiento total” entre Donald Trump y Javier Milei prometió aire para la economía y músculo político para el oficialismo. Todo esto en el contexto de la crisis económica y social que sacude al país y en el marco de una crisis interna del gobierno tras la renuncia a su candidatura de José Luis Espert por los vínculos con el narcotráfico.
En horas decisivas previas a las elecciones legislativas del 26 de octubre, esa cercanía exhibió su lado B: una ayuda financiera explícitamente condicionada al resultado electoral y un estilo de liderazgo presidencial que, lejos de abrir la conversación pública, la hostigó.
En la última semana, la Casa Blanca ató la continuidad del apoyo a que Milei gane las elecciones; el propio presidente estadounidense llegó a decirle en Washington: “si no gana, nos vamos”, con efecto inmediato en mercados y tipo de cambio. La “alianza” luce más a tutela que a cooperación entre pares y tensiona la salud democrática argentina.
Salvataje con letra chica y liderazgo a la defensiva
En lo económico, el vínculo opera como un salvataje con condicionalidades políticas. El gobierno argentino aseguró cerrar una línea swap por 20.000 millones de dólares con Estados Unidos antes de los comicios, mientras el Tesoro de Trump deslizó incluso duplicar el apoyo hasta 40.000 millones sumando banca privada y fondos soberanos. No es un matiz: la señal fue que ese respaldo podría retirarse si el oficialismo no logra su objetivo en las urnas.
Reuters, AP y otras agencias internacionales documentaron tanto la ingeniería financiera como el subtexto político del anuncio, así como las reacciones en el dólar y en los activos argentinos. Es una intervención inusual para un aliado, más cercana a la inyección de liquidez con premio electoral que a la cooperación institucional “a la vieja usanza” del FMI.
La trama no nació de un día para el otro. Algunos medios nacionales como Perfil reconstruyeron el “paso a paso” del operativo que conectó a Milei con el entorno de Trump mediante consultoras de lobby en Washington, un trabajo de ingeniería política y mediática que buscó blindaje externo para un gobierno sin mayoría legislativa en plena recesión. La lógica del salvataje, entonces, no es sólo financiera: es narrativa. Se trata de exhibir “apoyo de la superpotencia” como evidencia de rumbo y de disciplinamiento interno. Ahora el foco discursivo pareciera estar orientado más a solidificar el “núcleo duro” de la Libertad Avanza que a persuadir en la opinión pública.
El vínculo entre Trump y Milei también recolectó críticas en el propio ecosistema intelectual que orbitó al trumpismo. Nassim Nicholas Taleb, “El Cisne Negro”, cuestionó que un rescate se justifique por afinidad ideológica con un presidente “libertario”, abriendo un flanco sobre el riesgo moral de convertir la geopolítica económica en campaña permanente. La resonancia del reproche es política: si el salvavidas depende del resultado electoral, la política doméstica queda cautiva de un prestamista externo.
En comunicación política, además, el “estilo Milei” refuerza la fragilidad del dispositivo. En vez de encuadrar la ayuda dentro de una narrativa institucional —con reglas, cronograma y certidumbres—, el Presidente salió a confrontar con periodistas incluso en medios afines cuando la conversación gira hacia la inflación, pobreza o la letra chica del auxilio de Trump. El cruce con Esteban Trebucq de LaNación+ fue un ejemplo: el oficialismo tensiona con sus propios aliados mediáticos ante preguntas incómodas sobre la “condicionalidad” del respaldo estadounidense. Esa defensiva erosiona credibilidad: si la ayuda es buena y transparente, se explica; si es extorsiva, te expone.
Para colmo el itinerario exterior dejó la sensación de gesto más que de sustancia y retrató cómo, tras una visita fallida, el oficialismo redobló actos locales mientras el Tesoro intervenía en el mercado cambiario y el dólar igual subía. Es la paradoja del vínculo: cuando la ayuda se usa como insumo de campaña, la volatilidad sube, no baja.
Certidumbre o dependencia electoral
La relación Trump-Milei obliga a una definición que excede la coyuntura. ¿Queremos un salvataje que funcione como línea de vida macro o como línea de presión electoral? Porque lo primero se acuerda entre instituciones y con reglas públicas; lo segundo depende del humor de un líder extranjero y del resultado de una elección local. La crítica no es al comercio ni a la cooperación —indispensables—, sino a la condicionalidad política explícita, que distorsiona expectativas, contamina el precio del peso argentino con el dólar y reduce la autonomía de decisión de un país en plena campaña. Es lo que dicen los manuales de crisis: la certidumbre se construye con reglas, no con guiños y frases hechas.
De cara al 26 de octubre, lo que se juega no es el “alineamiento” con Washington per se, sino el tipo de alineamiento. Si la ayuda llega con transparencia, cronograma y controles, puede dar oxígeno a una economía exhausta. Si llega como “cheque electoral” que se retira si el votante no elige bien, erosiona la legitimidad del resultado cualquiera sea. Y cuando, además, la respuesta del poder frente a preguntas difíciles es hostigar al mensajero, se clausura el debate que toda democracia necesita para procesar una crisis.
La democracia argentina no puede tercerizar su certidumbre. Puede y debe negociar financiamiento; lo que no puede es permitir que esa negociación se convierta en una palanca sobre sus propios votos.
A una semana de que el pueblo argentino concurra a las urnas, el oficialismo tiene una oportunidad: encuadrar el vínculo con Estados Unidos en un marco institucional verificable —metas, cláusulas, supervisión—, cambiar el tono con que se vincula con la prensa y llevar certidumbre a la ciudadanía. De lo contrario, si continúa la campaña y habla del salvataje sin reglas claras, corre el riesgo de transformarlo en un salvavidas de plomo para la confianza pública. Y eso, claramente, deteriora la salud de la democracia y condiciona el futuro de todos los argentinos.
*Autor del ebook “Unir la cadena. IA & comunicación política. Guía práctica para asesores”, LAMATRIZ,2024.