
Por: Nicolás Mujico y Tessi Bermúdez*
Hace algunos días Ignacio Fidanza destacó un hecho curioso que ocurre con frecuencia, y es que ante cada crisis política, el presidente Milei se encierra a escuchar ópera en la quinta de Olivos. Es decir, necesita aturdirse para no escuchar el estruendo social, que provocan las medidas de su gobierno y, por otro lado, aislarse, declararse ausente para no ser molestado por el entorno. En su encierro, encuentra el refugio para protegerse de cualquier intento de hacerlo cargo de dar algún tipo de respuesta que aporte soluciones a la crisis política reinante. Por otro lado, ha manifestado públicamente que ha delegado en su hermana, a quien reconoce como “la jefa”, la estrategia política de su gobierno. Ella es “su jefa” en el plano real, la persona a quien él le ha confiado se haga cargo del gobierno, y cuyas decisiones el presidente avala con su firma para que surtan efecto.
Bajo estas circunstancias, el supremo mandatario prefiere evadirse de sus responsabilidades en el mundo real, para ingresar en cambio, en la magnificencia de la ficción operística. Un dato de suma gravedad, dada su investidura, que reafirma lo que hace tiempo se viene evidenciando, y es su inclinación a transitar más frecuentemente por los escenarios de lo ficcional, virtual y simbólico que por lo real. De alguna manera, ha ido construyendo el personaje de su propia comedia, y todo parecería indicar que sus acciones están más en línea con eso, que con la racionalidad política o económica. Pero, las comedias no se pueden actuar de modo permanente. Tienen un tiempo, y un telón que en algún momento, irremediable e implacablemente, descenderá marcando un tajante regreso a la realidad. Porque nadie escapa de la realidad. Sin embargo, el presidente intenta tapar los problemas, negándolos. Parece no registrar que no hay ni un sólo dato alentador en la realidad política y económica de nuestro país.
Mientras "Roma se incendia", el presidente escucha óperas. Vale recordar, que la ópera surge en la Florencia de los Medici, para recrear el antiguo teatro griego, cuna de la expresión dramática, principalmente la tragedia. Por eso la ópera casi siempre alberga un clamor. El clamor del alma desgarrada de los que sufren, como también el de la embriaguez de la venganza, la maldad, la crueldad, y aún el de quienes necesitan acallar ciertos pensamientos, esos que suelen atormentar a los verdugos, abusadores o criminales, con excepción de los psicópatas. La ópera presenta historias con personajes atribulados que huyen, que quedan atrapados en encrucijadas, que avanzan por sendas sin regreso hacia un trágico final.
En ese sentido, la actitud y el comportamiento del presidente podrían encajar con varios personajes de más de una ópera. Milei con sus desbordes, destruyó la esperanza de nuestro pueblo, humilló su dignidad, con alevosía, contra víctimas indefensas, con ensañamiento aumentó deliberadamente el sufrimiento de los más vulnerables. El Milei personaje empuña la motosierra como símbolo. El real desfinancia la salud y reprime a los jubilados. La obra que protagoniza el presidente, rompe la cuarta pared y lastima a los espectadores.
En todos los espacios brotan víctimas. Personas lastimadas por las políticas económicas y sociales del gobierno. Enfermos sin atención, desocupados, desalojados, personas en situación de calle. Ante esta situación, el destino del presidente parece incierto. El del gobierno lo es, al punto que su imagen se ve cada vez más agrietada, como la superficie de la Tierra cuando comienza a anunciar un movimiento sísmico. El aire de tormenta se huele, el color de la atmósfera inquieta. Nadie logra sentirse seguro frente al avance de una amenaza visible, de consecuencias imprevisibles. El escándalo de las coimas, sumado a los resultados electorales en la provincia de Buenos Aires, colaboró para hacer estallar la credibilidad del gobierno en mil pedazos, lo que socavó el poder del círculo de hierro. La corrupción no es un dato nuevo en la historia política de nuestro país, pero aquí, resultó más brutal, más visible y más burda.
Lo que se observa a través de los tiempos, es que a medida que el poder se va debilitando, los que acompañan y se han servido de él, comienzan a distanciarse, ya sea para emigrar o para sumarse a lo que viene. Siempre quien detenta el poder, es traicionado por las personas más queridas o más cercanas. Milei sabe que ya no puede confiar ni en su abogado, ni en su contador, ni en su seguridad privada, ni en su familia, ni en nadie, y para colmo la sociedad ha comenzado a impacientarse.
El presidente muestra una personalidad propia de la megalomanía. Manía es la preocupación exagerada y caprichosa por cierto tema, y mega significa grande. Los megalómanos tienen una autoestima excesiva. Sintiéndose omnipotentes, superiores al resto de las personas, creen estar destinados a liderar o guiar a la sociedad. Piensan que son muy importantes y demandan ser aplaudidos constantemente mientras carecen de empatía. Egocéntricos, arrogantes, confrontativos por suponer que no son valorados lo suficiente, cubren su inseguridad con una agresividad permanente como mecanismo defensivo. Es así como nuestro presidente, actúa un personaje que no reconoce restricciones, que camina por la cornisa de la impunidad, llevando al extremo el desafío a la ley. Su delirio de grandeza le impide ver que pilotea un avión sin paracaídas y que se está quedando sin combustible.
Cada vez resulta más dificultoso sostener el papel en este gabinete payasesco. Javier Milei, no su hermana ni sus ministros, es el dueño de esta en comandita delirante –donde es el socio con responsabilidad plena- y quien finalmente definirá su destino en esta mañana de Varennes que vivimos. Mientras El Elegido la va de Payaso sádico e iracundo, su impericia ha provocado que, como en ciertos juegos de mesa, ya no le queden vidas, lo que lo obligó hace días a suplicar en Washington. No es un juego ni es un chiste lo que estamos viendo, ni es parte de un libreto. Il Pagliacci grita de verdad, cela de verdad, se sale de su papel y pierde el control. El poder es una amante infiel. La commedia è finita.
*La ilustración que acompaña este artículo es de autoría de Jerry Ferela.