
En sus horas más apremiantes, el Gobierno de Javier Milei obtuvo un salvavidas clave de Washington, tras el anuncio del secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, de que respaldará a la administración libertaria con las herramientas que sean necesarias para sortear esta crisis del programa económico.
La noticia resonó rápidamente entre los operadores financieros y promovió un rebote de los bonos soberanos y las acciones locales, que venían desplomándose desde hace varios días, en línea con la tendencia que llevaban los últimos meses.
Sin embargo, queda menos claro que el rescate de Donald Trump vaya a tener un impacto similar en la economía real. Los datos oficiales del Indec muestran que el país está entrando en una recesión que pega directo en el bolsillo de la ciudadanía.
La retracción de la actividad productiva y comercial, con su correlato de desempleo creciente se viene haciendo evidente; al calor de un programa económico que priorizó absorver la mayor cantidad de pesos posibles para reducir la demanda sobre el dólar y también sobre bienes y servicios.
Esta condición fue clave, también, para lograr la estabilización de la inflación en torno al 2% mensual, controlando el tipo de cambio y congelando el coemrcio.
No obstante, en los últimos meses, el logro de bajar la inflación se viene viendo empañado por una realidad cada vez más común entre los argentinos: la gran mayoría vió deteriorado su poder adquisitivo, su estilo de vida y amplias capas de la población se van endeudando para acceder a bienes de primera necesidad, como alimentos, pagar servicios o impuestos.
La Encuesta de Tendencia de Negocios para la industria manufacturera proyecta que entre septiembre y noviembre casi el 22,7 % de los consultados espera una caída en el volumen de producción.
Apenas el 15,6 % anticipa alguna mejora, y el resto vislumbra estabilidad. En paralelo, la cartera de pedidos ya aparece “por debajo de lo normal” para el 50,9 % de las firmas; un dato que alimenta las previsiones pesimistas.
Otro síntoma grave: el empleo. El 16,5 % de los industriales proyecta una baja de puestos laborales para los próximos meses, mientras sólo un 4% cree que habrá un aumento.
El consumo da señales parecidas de estrés. En supermercados y autoservicios mayoristas, casi el 36,1 % califica su situación comercial como mala, y sólo un 12,5 % la ve buena. El acceso al crédito, para casi el 39 %, es “difícil”.
Tampoco ayuda el escaso optimismo sectorial: de los que opinan sobre demanda interna, casi la mitad (49,4 %) la ve claramente insuficiente, y más de un 60 % cree que no mejorará.
A nivel macro, el segundo trimestre del año mostró caída en el PBI del 0,1%. En ese tramo, el consumo retrocedió 1,1% respecto al primero, las exportaciones bajaron 2,2 % y la inversión cayó 0,5%. Todas señales de que la actividad económica ya no está haciendo pie.
El salvavidas que asoma desde Washington le da algún respiro a Milei: reacciones positivas en los mercados bursátiles y un gesto político de apoyo que baja la tensión cambiaria momentáneamente. Pero las cifras que mide el Indec no mienten: la economía real ya acumula retrocesos que difícilmente desaparezcan con anuncios diplomáticos.
Además, en Estados Unidos ya especulan con las condiciones que impondrá Trump para el empréstito, entre las cuales se baraja -al mejor estilo FMI- la exigencia de implementar ciertas medidas, como podría ser una flotación libre del tipo de cambio que catapultaría su precio.
No quieren repetir los errores del pasado, cuando el Fondo le facilitó a Mauricio Macri el préstamo más importante de su historia, dando por tierra con los parámetros y estándares técnicos, para que el Gobierno de Cambiemos pudiera mantener el tipo de cambio estable vendiendo los dólares de la deuda.
Esto, si bien podría dinamizar las actividades que involucran exportación de bienes y servicios por, afectaría sensiblemente los ingresos de los argentinos que cobran en pesos, devaluando aún más el poder adquisitivo.