
El diputado nacional por Unión por la Patria, Máximo Kirchner, adelantó en las últimas horas que, en caso de ser elegido para suceder al Gobierno de La Libertad Avanza, el peronismo restablecerá el impuesto a los Bienes Personales a los parámetros en los que estaba hasta el pasado 9 de diciembre.
El líder de La Cámpora criticó directamente al programa económico del presidente, Javier Milei, y el ministro de Economía, Luis Caputo, al denunciar que la rebaja del impuesto benefició exclusivamente a los sectores de mayor poder adquisitivo, sin que se haya visto la prometida reactivación económica.
En una entrevista transmitida vía streaming, Kirchner sostuvo que “la cuestión impositiva en Argentina debe ser abordada de manera madura y en serio”, y profundizó su análisis: “Nadie está viendo que esto haya servido para que la economía argentina se dinamice”.
El abrupto cambio del esquema tributario fue una de las banderas de Milei desde el día uno. El gobierno bregó por reducir la presión fiscal que consideraba distorsiva, y justificó la baja de Bienes Personales como parte de esa agenda; en un nuevo capítulo de Gobiernos liberales abonando la 'teoría del derrame'.
Además, desde el Palacio de Hacienda se lanzó un régimen especial de cancelación anticipada para grandes patrimonios, promocionado como incentivo para blanquear capitales.
Paradójicamente, la iniciativa iba a contramano del equilibrio fiscal que operaba como brújula y norte del modelo económico, reduciendo la recaudación fiscal. No obstante, la ideología -o la cercanía a los beneficiarios- pudo más que el pragmatismo.
La crítica del hijo de la ex presidenta, Cristina Fernández de Kirchner y el ex presidente, Néstor Kirchner, apuntó en parte al perfil de los destinatarios (no precisamente los más necesitados de la realidad argentina), pero también a las consecuencias de la retracción de la recaudación.
Desde su perspectiva, se pierden valiosas partidas para distribuir en las provincias -situación que le fue costando un paulatino retiro del apoyo de los gobernadores- al tiempo que no se observa ningún efecto positivo en la economía real, y por ende en la calidad de vida de la población.
El cóctel de bajar impuestos pero pisar el dólar con tasas reales elevadas e intervención indirecta del Tesoro en los mercados de futuros -y ahora del Banco Central al arribar al techo de la banda- mantiene al capital concentrado lejos de las actividades productivas, y más proclive a la bicicleta financiera.
A pesar de que Milei arribó a la presidencia con un fuerte respaldo al ajuste fiscal y la baja de impuestos, elementos que no sólo no escondió sino que ungió como pilares de su plataforma de campaña, desde la vereda de enfrente comienzan a tantear si el desgaste de la magra situación económica empieza a transformar los ánimos sociales al respecto.
El camporismo pendula entre el desgaste al gobernador bonaerense, Axel Kicillof, en la interna peronista, y el enaltecimiento de un modelo que aumente la presión sobre los sectores concentrados y tienda a distribuir esos ingresos en sectores de la sociedad o institucionales que lo estén requiriendo.
Veremos si la coyuntura asfixiante comienza a despejar del recuerdo colectivo de la ciudadanía el antecedente del mal Gobierno del Frente de Todos, que se apalancó en unas políticas impositivas más progresivas, pero también sin lograr una mejora genuina y sostenida en la calidad de vida de las mayorías.