
La contracara de la estabilización monetaria ejecutada por el Gobierno nacional se hace sentir en la economía real, donde en el primer año y medio de administración de Javier Milei, la recesión propiciada provocó el cierre de 15.564 empresas.
Se trata de una caída del orden del 3% en el universo de entidades empleadoras, que tuvo un duro correlato en la pérdida puestos de trabajo formal: se perdieron 223.537, el equivalente al 2,27% de la población empleada formalmente.
Al desagregar los datos por sector, el impacto es más claro. Transporte y almacenamiento lideran la lista con una merma de 4.094 empresas y una caída del empleo del 10,3%, seguido de servicios inmobiliarios (-8,8%) y construcción, que perdió casi el 8% de los empleadores.
En términos absolutos, los puestos formales más afectados fueron los vinculados a la administración pública (-98.653 empleos), construcción (-80.873), transporte y almacenaje (-54.935) e industria manufacturera (-39.016).
La crisis estructural golpea especialmente a las pequeñas y medianas empresas (Pymes): el 99,7% de las empresas que cerraron tenían menos de 500 empleados, lo que evidencia que el tejido productivo más vulnerable está en jaque.
Aunque el impacto en términos absolutos fue mayor en las empresas grandes (74% de empleo perdido correspondía a ese segmento), la pérdida relativa golpea con más fuerza a las micro y pequeñas unidades locales.
Este escenario no es casualidad: refleja una política económica que habilitó la apertura indiscriminada de bienes y servicios, encareció costos internos y redujo el consumo, mientras recortaba apoyos a la producción y desarmaba instrumentos institucionales como INTA, INTI y organismos de fomento.
Como advirtió un dirigente empresario: “Las pymes son empresas propensas a crecer, no a achicarse, y ese potencial se está perdiendo ahora”.
Lo más grave es que, mientras el Gobierno celebra cifras macroeconómicas como la contención de la inflación o los índices de superávit fiscal, ese soplo de ajustes no tiene traducción real en el empleo ni en la demanda agregada. La destrucción de empleos formales refleja un empobrecimiento persistente bajo la banca de políticas de shock.
Este capítulo económico podría marcar el costado más visible de una gestión que privilegia la desregulación y el liberalismo extremo, por sobre la recuperación económica. Y aunque la llamada “economía real” intenta sobrevivir en medio del ajuste, el saldo que deja este balance es desolador: menos empresas, menos trabajo formal y menos futuro para el capital productivo.
Vale recordar, en este marco, la jactancia del presidente de la Nación, Javier Milei, de ser "especialista en crecimiento económico con o sin dinero". Por el momento, la estabilización le costó una marcada depresión económica y el esperado crecimiento deberá ser actor principal en la segunda mitad de la administración libertaria para llegar a las presidenciales con un humor social favorable.