
Hoy la comunicación política ya no se enfoca solo en oratoria, persuasión y divulgación de políticas públicas: se ha transformado en una cultura algorítmica. Las campañas se construyen para que la conversación pública se enfoque en visibilizar las emociones intensas y multiplicarse en redes sociales como X, Instagram, Facebook o TikTok.
En América Latina y particularmente en Argentina, estudios recientes advierten que las emociones como el odio y el resentimiento se monetizan con precisión y redefinen la inteligencia colectiva. En este nuevo escenario, la IA amplifica esto, fortalece las burbujas informativas aunque erosiona el debate democrático. Por eso esta construcción requiere su comprensión con mayor profundidad.
El odio como emblema de la narrativa de gobierno
Un informe de la consultora Ad Hoc titulado “La provocación permanente” reveló que entre enero de 2023 y junio de 2025 se registraron 27,5 millones de insultos en redes sociales argentinas, duplicando la media mensual de agresiones digitales. El presidente Javier Milei fue identificado como el dirigente político que más insultos emitió en ese período, con 1.589 publicaciones ofensivas, siendo superado solo por cuentas anónimas o trolls.
El estudio también destaca que otros sectores políticos participaron en esta dinámica: La Libertad Avanza (sin contar a Milei) con 1.660 insultos, el PRO con 1.274 y el peronismo con 480. Además, empresarios como el CEO de Mercado Libre, Marcos Galperín y el Director Ejecutivo del Grupo Clarín, Héctor Magnetto fueron señalados como amplificadores de discursos agresivos.
Además, una encuesta del Observatorio de Psicología Social Aplicada de la UBA indicó que el 71% de los consultados percibe negativamente el estilo comunicacional de Milei, incluso un 30% de sus propios votantes. El uso del insulto y el agravio como herramientas narrativas pareciera ser lo que hoy predomina en el escenario del debate público.
El problema de la amplificación emocional hipersegmentada
En la monetización del resentimiento las campañas digitales ya no buscan persuadir a la mayoría, sino activar a núcleos intensos de votantes. En Argentina, el consultor Carlos Fara alertó en mayo pasado en el diario Perfil que hoy resulta más eficaz "hablarle a ciertos núcleos homogéneos para no diluir el aprovechamiento electoral”.
Esto implica que la tendencia a subir el incentivo para campañas radicalizadas está en alza, ya que “un centro moderado e independiente no interesaría mucho, más aún si los que se están quedando en casa tienen ese perfil. Gran desafío para candidatos y consultores, y ni hablar para estimar proyecciones electorales con encuestas”. La microsegmentación algorítmica convierte emociones en combustible para campañas cada vez más precisas.
En cuanto a las estrategias polarizadoras y la profundización de la desinformación reinante, el uso de IA para difundir contenidos falsos, deepfakes políticos (como el de Macri en campaña durante el último proceso electoral en CABA) y narrativas emocionales han demostrado incidir en la percepción electoral. Mientras tanto, el modelo de “verdadIA” –un relato construido por algoritmos en lugar de hechos– diluye la distinción entre realidad y ficción.
Por otro lado, en el impacto de la deliberación democrática de los asuntos públicos en Argentina, algunas consultoras revelan que los insultos y los mensajes agresivos en redes se duplicaron en dos años. Frente a ello, el psicólogo social Kevin Grunbaum advierte al diario El País que "con este tipo de uso del lenguaje, no hay posibilidad de discusión de temas profundos". De esta manera, la deliberación política cede lugar a las trincheras digitales y a la profundización de la segmentación 1:1: el mensaje es individualizado en su máxima expresión.
Campañas con IA y democracia
En este contexto, las campañas algorítmicas priorizan el impacto emocional por sobre la información veraz, por eso un contenido viral tiene más resonancia que un hecho comprobado: así el periodismo y la deliberación democrática pierden terreno y aparecen los agujeros negros de la información donde la seguridad del discurso público se pone en jaque. Recordemos que en enero de este año, Meta había anunciado que reemplazaría su programa de verificación de datos con un modelo de notas de comunidad similar al de X. Zuckerberg explicó en un video que se difundió con un comunicado de la compañía que la idea era generar “más discursos, menos errores”.
Ante esto, la comunidad de fact-checking internacional rechazó el anuncio y remarcó que el periodismo de verificación de datos nunca censuró ni eliminó publicaciones, y que los verificadores siguen un Código de Principios que exige imparcialidad y transparencia.
Según un informe de “DemocracIA”, el 55 % de los latinoamericanos, incluyendo argentinos, exige regulación de la IA. El temor es que se amplifique la polarización y la desconfianza en las instituciones, o lo que es peor: que el Congreso como organismos de debate acerca del rumbo del país, sea reemplazado por una suma de algoritmos que contemplen “lo que se opine en las redes” como “el deseo de las mayorías”.
Hacia la inteligencia democrática
El uso estratégico de algoritmos para censurar o amplificar voces con intereses políticos deteriora la credibilidad pública y mina la confianza social en la esfera democrática.
Una de las claves para destrabar esta situación es que los Estados impulsen leyes que obliguen a las campañas políticas a identificar mensajes generados por IA. Como ya ocurre en Colombia con el Conpes 4144, que es un documento de Política Nacional de Inteligencia Artificial aprobado en febrero de 2025 por el Consejo Nacional de Política Económica y Social. El mismo establece la hoja de ruta para el desarrollo, adopción y uso ético y sostenible de la inteligencia artificial (IA) hasta el año 2030.
Argentina también necesita normas claras sobre deepfakes y desinformación. Por eso en el afán de fortalecer la educación digital y el periodismo ético, es clave que se pueda impulsar una campaña para la alfabetización digital ciudadana y potenciar a medios y periodistas para detectar IA manipulada. Como afirma Laura Zommer: “La mentira vende y rinde… el periodismo con rigor sigue siendo una forma de resistencia”.
Campañas comunicacionales para curar
Es imprescindible construir narrativas que combinen hechos, emociones positivas y participación genuina. Se debe proponer una estrategia que articule IA y comunicación política responsable para ganar con propuestas que trabajen desde la empatía.
Porque lo que verdaderamente está en juego es el desarrollo de la comunicación política del presente y futuro: una batalla por la inteligencia colectiva, no sólo por los votos, porque la cultura algorítmica puede ser aliada o amenaza de la democracia.
Si no regulamos los efectos emocionales de la IA y legitimamos el debate con información real, el resentimiento digital continuará erosionando el diálogo público. Es hora de alinear tecnología, ética y política: no basta con saber que la IA existe, hay que decidir cómo y con qué propósito se usa.