
En tiempos de sobreinformación, liderazgos fugaces y discursos vacíos, las audiencias no buscan más datos, promesas o slogans. Buscan referenciarse en quién mejor los representa frente a los padecimientos que viven, buscan verdad. Y en ese escenario, nace una pregunta urgente para la comunicación política en América Latina: ¿cómo pueden los líderes conectar genuinamente con la ciudadanía?
La respuesta no está en el marketing duro ni en los spots vacíos, sino en una herramienta ancestral y profundamente humana: el relato. Y más aún, el relato emocional. Por más que en el último tiempo la palabra tenga una carga peyorativa, contar desde las emociones quién es uno y llegar al corazón de los votantes no es tarea sencilla. Además no basta con describir el pasado sino cómo, desde la historia personal, los políticos pueden modificar el presente, lo que se llama “el metro cuadrado” de las familias.
En las campañas políticas actuales, vemos líderes construidos en serie; repiten frases guionadas y disfrazan su vulnerabilidad con grandilocuencia. Esa fórmula ya no conecta. La ciudadanía, especialmente las nuevas generaciones, buscan líderes que sean coherentes, que muestren de dónde vienen y por qué pelean. No se trata de abrazarse a una violencia discursiva que profundice la hiperpolarización, sino de ser honestos. Y eso solo se logra cuando se comunica desde la vivencia, no desde la impostación.
La metodología que se puede pensar para abordar adecuadamente estas cuestiones cuenta con tres ejes que van desde el silencio al relato para transformar las heridas en bandera; activar la narrativa con un mensaje estratégico que condense propósito y visión; y por último, convertir la historia de resiliencia del líder en poder comunicacional. Es una invitación a dejar de hablar desde el “deber ser” y comenzar a hablar desde el “ser”.
Esta propuesta no solo es útil para políticos que pretenden ejercer responsabilidades en la función pública, sino también para quienes ya están en la gestión, en medios de comunicación, en ONG o en instituciones que requieren comunicar con profundidad. Porque hoy la narrativa no es un accesorio, es el corazón de toda estrategia comunicacional efectiva. Comunicar ya no es solo informar. Es construir confianza. Es movilizar. Es dejar huella.
En un sistema donde las fake news, los deepfakes y el lawfare buscan distorsionar la verdad, construir una narrativa emocional sólida es también un acto de resistencia democrática. No solo se trata de ganar elecciones, sino de recuperar la dignidad del discurso público, de poner en valor lo vivido para transformar lo colectivo.
En la Argentina actual —atravesada por la desinformación, los discursos de odio y la banalización de la política— es fundamental que los líderes abandonen la pose y se animen a mostrar su historia con propósito. Porque el poder no está en hablar fuerte, sino en hablar claro. Y eso solo se logra cuando la voz de liderazgo está alineada con las necesidades de la población en su conjunto y la búsqueda de la verdad.
“Narrativa emocional para líderes” es un programa de formación narrativa y política que lanzamos desde LAMATRIZ: un proceso de reconstrucción simbólica, donde lo vivido se transforma en visión, y los obstáculos del pasado, en una hoja de ruta para el futuro. Esta propuesta no solo fortalece la identidad política, sino que ayuda a recuperar el valor ético de comunicar en tiempos donde el cinismo parece tener ventaja. Parte de una premisa potente: quien no narra su historia, queda atrapado en la de otros.
En contextos donde la desinformación, las etiquetas tóxicas y los marcos simplificadores ganan terreno —como “chorra”, “zurdo”, “casta”, “ensobrados”—, la única manera de disputar sentido es con relatos reales, con cicatrices a la vista y propósitos bien definidos.
Por eso, si sos líder y sentís que tu mensaje no refleja quién sos ni lo que querés lograr, quizás sea hora de dejar el guión y abrazar tu historia. Porque ella no es un detalle: es el valor diferencial de lo que viviste y todo los obstáculos que atravesaste para llegar a donde estás hoy lo que la hace grande.