Del ascenso Chino al despertar estratégico: navegando el nuevo orden mundial - Política y Medios
23-08-2025 - Edición Nº6413

POLÍTICA INTERNACIONAL

Del ascenso Chino al despertar estratégico: navegando el nuevo orden mundial

La teoría del comercio internacional de Heckscher y Ohlin, formulada en 1933, difícilmente podría haber anticipado la trayectoria de una nación como China. Siendo entonces prominentemente agraria, China tomó la audaz decisión de especializarse en la producción de bienes y servicios donde no poseía ventajas comparativas abundantes. Ignorando la división internacional del trabajo impuesta en el siglo XX, esta nación civilizatoria convirtió la ingeniería inversa en un arte, invirtiendo estratégicamente en investigación, desarrollo e innovación. Hoy, casi un siglo después, su punto de partida sería irreconocible.

Por: Ramón Prades- analista internacional

 

La actual guerra comercial, resultado de una realidad global que lleva gestándose años, se desencadenó en este último tiempo con la velocidad de una última recta. Ante el ascenso consumado de China, la elección de Trump en EE.UU. surgió como una respuesta instintiva y primaria: un intento por volver a un origen profanado. Esta búsqueda de autopreservación encarnada en Trump y sus políticas reactivas, se presenta como una apuesta incierta para levantar defensas frente a una realidad material ineludible. Sin embargo, esta reacción esconde, paradójicamente, una retirada de los valores e ideales occidentales que dieron forma al siglo XX. Esta huida desordenada genera en Europa una profunda sensación de traición y desconcierto, palpable en el campo de batalla de Ucrania, donde una guerra civil ha mutado a una de independencia. Mientras la operación militar especial de Putin parece estar creando un estado ucraniano que antes solo existía en los mapas, la renuncia estadounidense a liderar su defensa niega su propio legado: el orden internacional surgido tras la Segunda Guerra Mundial. Estados Unidos parece buscar refugio de un mundo que él mismo edificó. Es ante todo una ruptura interna, un síntoma de su implosión. Como anticipó el primer ministro de Irlanda en 2018, “Si Estados Unidos no lidera el mundo libre, Europa tendría que hacerlo”, una idea que retomo Kaja Kallas en 2025 después del ascenso de Trump: “ha quedado claro que el mundo libre necesita un nuevo líder, y nos corresponde a nosotros, los europeos, aceptar este desafío”. Esta sorpresa e impotencia europea es la consecuencia directa de la dependencia en seguridad, energía y manufactura, y explica su actual, aunque tardía, búsqueda de autonomía estratégica de un continente que se percibe envejecido y rezagado.

¿Y Argentina? Este año, el gobierno autorizó un cupo de 50 mil autos híbridos, aprovechando una zona gris jurídica del Mercosur. Esto significará alrededor del 10% de los patentamientos de 2025. Probablemente, si no existiera un cupo, la industria automotriz local, con sus autopartistas, y todo lo que lo rodea desaparecería. Son pocos los países que hacen vehículos en el mundo. Beneficio para los consumidores, problemas para los trabajadores; ¿un objetivo del gobierno para contener la inflación? O es más profundo y ¿Milei nos introduce a toda marcha a un mundo dislocado al grito de “destrucción creativa”?

El “Gran Reset “del capitalismo que planteo el Foro Económico Mundial después de la pandemia y que empieza a tomar forma parece que nos invita a desaprender. En una nueva división internacional del trabajo, donde los centros de producción de occidente están siendo reemplazados por otras potencias emergentes. Es la escala estúpido.

Pero, ¿qué pasa con un país que pierde sus saberes? No solo en tiempos de crisis, donde una industria puede reconvertirse y hacer respiradores para afrontar una pandemia, sino en tiempos de apertura y paz global. ¿De qué sirve tener universidades, centros de investigación, y programas científicos si todo se puede comprar más barato con un clic? Autores como Dani Rodrik y Suzanne Berger argumentan que perder capacidades manufactureras debilita la innovación, porque producir e innovar se retroalimentan. Un ciudadano no puede ser solo un consumidor, porque no hay rentabilidad individual que esté por encima de la supervivencia. China comprendió este principio hace un siglo, y siendo una nación agraria se atrevió a soñar con una especialización que trascendiera sus ventajas iniciales. Argentina tiene la oportunidad, en esta reconfiguración global, de no aceptar acríticamente un nuevo orden preestablecido. El "learning by doing", ejemplificado por la invención de los paneles solares en EE.UU. y su posterior producción e innovación en otros países, subraya que la manufactura no es solo hacer cosas, sino también aprender.

Hacia un Futuro con Saberes Propios

Sostener nuestras capacidades nacionales, públicas y privadas, no solo para competir o tener un reaseguro frente a distintas crisis, sino fundamentalmente para construir una sociedad feliz. Quizás debamos ejercer un mayor discernimiento antes de sumarnos a la vertiginosa carrera por la eficiencia y la adopción acrítica de cualquier tecnología propuesta desde muchos de los rincones del planeta. Tal vez en América Latina, con su trayectoria singular en occidente, se encuentre una valiosa perspectiva: no una que reniegue del progreso, sino una que lo piense desde la dignidad humana, la inclusión social y la sostenibilidad ecológica. En un mundo obsesionado por la eficiencia, nuestra fuerza puede estar en la pausa reflexiva, en la tecnología conveniente; en seguir preguntándonos qué vale la pena conservar, qué conviene aprender, y qué necesitamos seguir sabiendo hacer.

Este siglo no será el del conocimiento, que quizás terminemos de transferírselo a las máquinas, sino el siglo del saber hacer, y la importancia que eso tiene para seguir siendo humanos. Argentina tiene que elegir qué quiere seguir sabiendo hacer. Qué capacidades quiere mantener, cuáles debe potenciar, y cómo debería integrarlas en el contexto internacional. Aceptar el nuevo (des)orden sin discutirlo es renunciar a la historia propia. El verdadero “despertar estratégico” consiste en mirar el mundo como es —multipolar, inestable y competitivo— y, aun así, elegir un futuro que nos pertenezca.

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