
Si la administración de La Libertad Avanza no fuera una secuencia interminable de escándalos de dimensiones mediáticas, institucionales y éticas, el caso de la 'valijera' Laura Belén Arrieta sería al día de hoy todavía centro de polémicas. Este fue el caso que dejó al desnudo el nexo entre Donald Trump y Javier Milei, el opaco empresario Leonardo Scaturicce.
Como quedó claro a esta altura de la gestión del Gobierno, la estrategia ante cada exabrupto de calibre es minar el escenario sociopolítico de diferentes escándalos de baja intensidad para que la agenda rápidamente los deje atrás.
A principios de marzo, poco tiempo después de la estafa de criptomonedas $Libra promocionada por el presidente, un nuevo evento de naturaleza espuria sacudía la credibilidad del oficialismo: el periodista Carlos Pagni informaba que una mujer había arribado al país con una importante cantidad de valijas que, desde altas esferas gubernamentales, ordenaron no revisar en aduana.
En su informe el periodista de LN+ observó que Arrieta trabajaba en la empresa OCP TECH, propiedad de Scaturicce, apellido que por esas horas era cuidadosamente omitido hasta que existieran mayores precisiones. Se trataba, por entonces, de un hombre que había trabajado a través de su agencia C3 Consultings bajo modalidad freelance para la SIDE.
Pero al tirar del hilo de este personaje, comenzaron a observarse los vínculos con Casa Rosada. El empresario y la propia joven encargada de trasladar las valijas se encontraban entre los organizadores de la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) de Maryland (EE UU), evento que reúne a líderes de la ultraderecha global.
Tras aquel evento, celebrado el 22 de febrero, se dio el primer encuentro entre Milei y Trump como jefes de Estado.
Scaturicce es un hombre que en Argentina estuvo ligado a las labores de inteligencia, tanto a nivel oficial (SIDE) como en agencias privadas. Los contactos de su padre lo acercaron al mundillo del espionaje, tras un fallido intento en la Armada.
El paso por la Secretaría de Inteligencia del Estado fue escaso y de baja gravitación. Según informó Hugo Alconada Mon en La Nación, bajo la categoría C3 -en la jerga de la entidad-, fue chofer algunos meses y luego comenzó a trabajar en una firma de inteligencia privada, asociado a la Policía bonaerense.
Allí, las tareas fueron más territoriales, en ocasiones vinculadas a organizaciones ilícitas diversas. Una labor más riesgosa y sacrificada.
En 2012 fundó su propia compañía, C3 Consulting, en evidente referencia a su tránsito por la secretaria de inteligencia. Desde allí comenzó a apuntar a esferas del poder más altas, y con frecuencia sus trabajos terminaron en la mira de la Justicia.
Por caso, en 2015 se vio involucrado en una causa por espionaje, donde se presentaron escuchas a su persona y a otros actores del rubro, dialogando sobre diversas maniobras: desde sobornos al poder judicial, amenazas de carpetazos entre funcionarios, seguimiento a periodistas, testigos falsos en juicios de alto revuelo político.
Lo cierto es que aquel proceso debió cerrarse porque, más allá del contenido, las formas de obtenerlo fueron ilegales. Se determinó que las escuchas fueron resultado de una interna entre sectores de la SIDE, y se cerró el expediente.
Además de una causa por estafa enfrentada en el año 2008, también tuvo participación en otro proceso de las altas esferas políticas.
En 2016, el ex cara pintada Juan José Gómez Centurión, que había sido designado por Mauricio Macri al frente de la Aduana, lo responsabilzó a Scaturicce no sólo por grabar sus conversaciones, sino también por la edición del contenido que promovió una denuncia contra él de la entonces ministra de Seguridad -y también ahora- Patricia Bullrich.
Esto, a su vez, le valió una denuncia en su contra de Elisa Carrió, aunque todas las turbulencias judiciales terminaron perdiéndose sin llegar a mayores.
Para ese entonces Scaturicce ya se vinculaba a agentes de inteligencia norteamericana, y comenzó a diseñar su escalada a los Estados Unidos, donde llegó en 2020 luego de radicarse durante un tiempo en Panamá, donde fundó sociedades off shore.
Casado con una argentina con nacionalidad estadounidense, intenta gestionar hace años la nacionalidad, aunque el trámite se le hace cuesta arriba. Esto no impidió que se radicara en Miami, donde fundó las empresas OCP Tech -donde figura la valijera Laura Arrieta como empleada- y COC Global Enterprise.
En el gigante norteamericano se dedicó a estrechar lazos con el ala más dura del Partido Republicano, desde donde trabajó no sólo para la campaña de Trump sino para la organización de la ultraderecha global, a través de la CPAC.
Vinculado a asesores de campaña del ahora presidente estadounidense, organizó tanto la cumbre desarrollada en Maryland como la reunión -pautada con Santiago Caputo- entre Milei y su par norteamericano.
Lo cierto es que, tras el carpetazo de las valijas, la exposición dio por tierra con un bajo perfil que venía cultivando -al menos en nuestro país- desde hace años. Desde el entorno de Scaturicce alegan una maniobra maliciosa e incluso sospechan de actores del propio Gobierno.
La mira oscila entre el canciller Gerardo Werthein, al cual le atribuyen celos por la intermediación entre Gobiernos extrainstitucional, hasta viejos enemigos del espionaje local, como Antonio "Jaime" Stiusso. Lo cierto es que su apellido, una vez más, quedó a la vuelta de un inconveniente judicial por la opacidad del accionar en el que se vio envuelta una de sus empleadas de vínculo más estrecho.