
I want to break free
I want to break free
I want to break free from your lies
Con promesas de libertad ganó las elecciones; con promesas de libertad asumió el gobierno y en nombre de la libertad fue por todo. Javier Milei pretendió embestir al sistema político, económico, mediático y social con la virilidad muerta. Luego, un primero de marzo, ingresó al congreso al que no quiso ir el 10 de diciembre y pidió consenso. Hace algunos días se produjo la marcha opositora mas importante en lo que va del siglo aunque sus consecuencias políticas todavía no fraguan.
Desde el día en que asumió la primera magistratura, no renuncia a su programa de gobierno a pesar de la gran oposición en la calle y las dificultades en el Congreso. Incluso, su gabinete se muestra en ocasiones con un proyecto político diferente. Pero Milei avanza. En la hipótesis de la inversión del teorema de Baglini, apuesta a su popularidad en las redes sociales. Su fama va en aumento. Nadie sabe aún si eso tendrá un correlato electoral, o si como dice el tango, la fama es puro cuento.
El decreto y la ley ómnibus fueron rumbo al naufragio político y judicial en enero y febrero. El actual proyecto reduce las facultades en una enorme cantidad de temas en el afán de que esta vez avance. Independientemente de ello, el ajuste, esa maquina de restringir libertades, corre por cuerda, libre y sin problemas, convirtiendo a la revolución libertaria en una mediocre y repetitiva historia de defraudación popular.
El discurso de la prepotencia de la juventud, la salud y el éxito, se llevan mal con la vida que termina en vejez y enfermedad. Tarde o temprano -y si vivimos lo suficiente-, adquirimos contra nuestra voluntad, alguna dolorosa, frustrante e insostenible discapacidad. Juventud, salud y fuerza son estados transitorios. Todos, en algún momento, necesitamos la protección de la familia, del convenio o del estado. En apenas unos meses, va quedando claro que la libertad no alcanza y los nuevos inquilinos de la Casa Rosada son, en definitiva, los grandes beneficiarios de este entuerto. El costo de la prepotencia es asumido con paciencia, pero con frustración en cada aumento de las prepagas, en el salario magro, en las restricciones al consumo de lo necesario, aunque también de lo superfluo en una sociedad que, finalmente, apostó fuerte a una fuga hacia la vanalidad.
En el año 2015, se inauguró un nuevo discurso. El de los 70 años de populismo. Luego de cuatro años de predica, este largo noviazgo tuvo este hijo deforme. El discurso de la casta. Ocho años sembrando vientos, finalmente cosecharon tempestades. Hoy vivimos inmersos en un tornado que escupe gente a diestra y siniestra. El discurso del todos al agua y sálvese quien pueda, sepa (y tenga) nos lleva poco a poco, y por oleadas al no se salva nadie.
Las leyes que propone Milei son, en su mayoría, incumplibles en términos sociales, culturales y políticos. Una dictadura virtual, donde nadie toma en serio los edictos que emanan del príncipe. El presidente hace como que gobierna y nosotros hacemos como que somos gobernados mientras intentamos sobrevivir. El país, al margen del país, se acerca día a día la realidad. La obstinada irreductible realidad y todos sabemos que la unica verdad es la realidad. El gobierno de Milei es una enorme estafa piramidal, en cuya base se encuentran 6 o 7 millones de nativos digitales que no se atreven por vergüenza a denunciar la estafa en la que cayeron.
La victoria electoral, legitima, pone al pueblo entero en una enorme reflexión que deberá procesar en los meses que siguen. ¿Está dispuesto a perdonar cualquier cosa a cambio de controlar el flagelo de la inflación? La segunda incógnita sería: ¿está el gobierno en condiciones de controlar la inflación? Sin dudas el pueblo está procesando esta experiencia, con calma, con paciencia y dará su conformidad o encontrará la forma de oponerse. Alguien dijo alguna vez, que cada cinco años nos damos cuenta que hace cinco años éramos unos idiotas. A veces no hace falta esperar tanto si se cometieron grandes estupideces o si se tiene la inteligencia de advertir las torpezas. En todo caso, siempre estamos todo el tiempo revisando nuestro pasado y en el caso de nuestro país la revisión se hace por momentos ridículamente dolorosa.
Cantaba Alfredo Zitarrosa, “no hay nada más sin apuro que un pueblo haciendo su historia”. Pareciera, que las brevas no están aún maduras, pero lo estarán. No es hora de enojarse con el pueblo, sino de dejarle vivir esta experiencia. El cambio no vendrá de afuera sino de dentro mismo, de la revisión de esta experiencia dolorosa.