
Por Patricio Ballesteros Ledesma
El ministro de Economía Luis Caputo viajará a Washington el próximo lunes para destrabar un nuevo desembolso del FMI, ver a su titular Kristalina Georgieva y a la subdirectora, entrevistarse con representantes del Tesoro y el Banco Mundial, y con el objetivo adicional de conseguir US$15.000 millones para levantar el cepo y demostrarle a Javier Milei que sigue siendo el mago de las finanzas de otras épocas.
Sin embargo, y pese a que el FMI reconoce los méritos del tándem en comenzar a ordenar las cuentas públicas de la Argentina, el ajuste de shock, la magnitud del recorte y sus desproporcionadas consecuencias a nivel social lo alejan de una certeza sobre el corto plazo y de la sustentabilidad de las medidas.
Con ese diagnóstico, más las reiteradas advertencias al Gobierno por todas las autoridades del organismo de crédito, desde la número uno, la número dos, la vocera y hasta el encargado regional, no están seguros sobre la viabilidad de las herramientas utilizadas y piden mejorar la calidad del ajuste fiscal, como tampoco se apuran en negociar un nuevo acuerdo y mucho menos en abrir una nueva línea de crédito para el país.
Así las cosas, las reservas internacionales brutas del BCRA cerraron ayer en US$28.903 millones y las netas acumulan casi US$7.700 aunque continúan siendo negativas, y no son peores porque en estos meses se pagó en promedio el 30% de las importaciones y el resto se acumula como nueva deuda comercial del sector privado, por casi US$9.500 millones hasta marzo.
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— BCRA (@BancoCentral_AR) April 8, 2024
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El rojo en las reservas brutas ronda los US$1.000 millones, pero si se incluye la deuda dolarizada a raíz del Bopreal para los importadores el saldo negativo asciende a US$2.500 millones. Esta performance implica no cumplir con un punto fundamental del acuerdo con el FMI. Por otro lado, un balance abreviado de la entidad entre activos y pasivos marca un rojo en el patrimonio neto de algo más de US$7.000 millones.
En cualquier caso, las compras diarias de dólares de la autoridad monetaria no son suficientes para disminuir la restricción externa, un problema histórico de la economía argentina, que implica necesitar más dólares para las compras en el extranjero, que los que recibe la actividad local con las ventas al exterior. Y el problema adicional es que cuando ese balance comercial es positivo no se hace un fondo anticíclico y, como pasó en gobiernos anteriores, se importa más de lo que se exporta.
En realidad, hoy el mercado doméstico está más vendedor que comprador, es decir que las personas que antes iban con pesos a comprar dólares como refugio de valor ante la inflación, ahora están haciendo la operación inversa para compensar la regresión de ingresos por la recesión, hacer frente a sus consumos y sostener su nivel de vida, por el aumento de las cuotas de educación, prepaga, combustibles y tarifas de los servicios públicos.
Con la licuación de los pesos, vía desregulación de precios y caída fuerte del poder adquisitivo de los ingresos, la clase media con algún poder de ahorro está teniendo que desinvertir. El que tenía un canuto de dólares, pequeño o mediano, lo está teniendo que malvender para poder comprar alimentos, pagar gastos corrientes de su hogar o negocio, o pagar deudas en pesos.
Pero las medidas del Gobierno, que en gran medida están contenidas en el famoso DNU 70/2023 aún vigente, no sólo afectan a la población de a pie, también está llegando a los que viajan en autos de alta gama, e incluso como un búmeran a la propia administración nacional que lo impuso y que busca denodadamente que el Congreso lo convalide por estos días.
Los compromisos de deuda externa eran, son y serán una espada de Damocles, y está situación afecta a la aceleración que traía Milei y compañía para levantar el cepo lo antes posible, cerrar el BCRA y dolarizar la economía. Hacerlo de cualquier manera, a la bartola, es peor que no hacerlo. Y hablar de más, no es gratis.
Por eso también está contraindicado dar mensajes contradictorios, como decir que se va a dolarizar de inmediato, luego hablar de una competencia de monedas para formalizar usos y costumbres adquiridos y, finalmente, quedarse con la unificación cambiaria en el mediano plazo y si es que se consiguen los fondos frescos para no enfrentar un desequilibrio cambiario.
Las especulaciones preelectorales descabelladas o falaces de un candidato se le pueden volver en contra si resulta el ganador. Pero peor es vender humo cuando ya se está en el poder. Los pronósticos sobre bases hipotéticas y proyecciones estadísticas magnificadas son más cercanas a la especulación que a la econometría.
El plan explicitado es sanear el Banco Central y conseguir suficientes dólares para liberar el tipo de cambio sin el riesgo de una corrida. Ninguno de los objetivos se está consiguiendo y es una carrera contra el tiempo. El FMI tiene una deuda enorme por cobrar y no está por el momento interesado en conceder nuevos créditos, más aún cuando el deudor tiene un gran problema para pagar los vencimientos de este año.
De hecho, ayer, una semana antes de tomar el vuelo a Estados Unidos, que lo llevará a Washington para participar de las sesiones de primavera del FMI, Caputo habilitó el pago de US$1.300 millones al organismo internacional este martes, lo que disminuye aún más las reservas disponibles. Y planea cancelar todos los vencimientos de abril en un solo pago de US$1.940 millones el último día del mes, lo que implicará una nueva sangría.
Sin financiamiento externo para la aventura dolarizadora ni para levantar el cepo, y con pocas chances de lograrlo en Estados Unidos en persona, salvo por algún fondo de inversión que le debe parte de sus ganancias pasadas el actual ministro de Economía cuando lo era de Macri, el BCRA interviene a diario en mercado cambiario comprando todos los billetes que puede.
El propio presidente de la Nación comentó en febrero que la gente de clase media está vendiendo sus verdes para llegar a fin de mes, para compensar el ajuste de sus políticas, como una forma de demostrar que todos están haciendo su parte. Y en campaña, su actual ministra de Seguridad y ex candidata competidora Patricia Bullrich había declarado, sin pensarlo o con cinismo, que “el país va tener que salir con los ahorros de los argentinos”.
El tema es que la Argentina es el país del mundo con más dólares fuera de los Estados Unidos, y se calcula que fuera del sistema financiero hay alrededor de US$300.000 millones en manos de ahorristas locales. Pero los que están desinvirtiendo no son los millonarios, los que aprovechan los blanqueos esporádicos, los que hacen ingeniería financiera, sino los que quien mantener el valor de su trabajo o su herencia, que fueron estafados por el Estado en el pasado y que un banco se les representa como un corral.
Y para un pequeño ahorrista, vender magras tenencias en dólares para pagar consumos corrientes en pesos es desinvertir, o descapitalizarse visto de otro modo. Eso que festeja, o no lamenta el presidente y su ministro, es precisamente lo que hizo este último durante el mandato de Macri pero a la inversa. Se endeudó en dólares para pagar gastos corrientes del Estado y, además, para el recordado carry trade de los bancos y fondos de inversión afines a su expertise.
Sin embargo, en esta etapa del BCRA, de los US$11.406 millones comprados netos que logró acumular desde el inicio de la gestión, con la emisión de $9,4 billones y la consecuente ampliación de la base monetaria total, sólo dispone de US$7.057 millones para engrosar las reservas brutas, lo que representa el 52% del total, según un informe de Diego Giacomini, director de la consultora Economía y Ética y coautor de libros de economía junto a Milei. El restante 48% de ese monto, unos US$5.918 millones los tiene que destinar a pagar los próximos vencimientos con el FMI y de los títulos públicos en dólares.
Se emitió $9,4 billones para comprar usd11.406 MM, pero sólo quedaron usd5.918 (chart1). Los pasivos monetarios totales crecieron +usd12.040 MM (ch 2 y 3). El balance monetariamente relevante se deteriora (ch 4). Redondeando: se endeudaron x Usd12.000 para quedarse con usd6000 MM pic.twitter.com/xf5i0TpVxH
— Diego Giacomini (@GiacoDiego) April 8, 2024
Esto significa que de los dólares comprados hasta el mes pasado el BCRA sólo retiene apenas la mitad para engrosar las reservas. Pero el otro gran problema es la liquidación de las divisas de los agroexportadores, que si bien este año tienen un repunte tras la magra cosecha gruesa del año pasado, el dólar planchado luego de la salto cambiario de diciembre y pese a las microdevaluaciones periódicas (crowling peg), no les ofrece ningún atractivo para entregar su riqueza.
La Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (CIARA) y el Centro de Exportadores de Cereales (CEC), entidades que representan el 48 % de las exportaciones argentinas, anunciaron la semana pasada que durante marzo las empresas del sector liquidaron la suma de US$1.501 millones. Con este dato, el acumulado en lo que va del año suma ingresos de divisas al BCRA de agroexportadores por US$4.523 millones.
Está claro que los pequeños y medianos productores van a tener que empezar a liquidar pronto, porque ese es el cash flow de su próximo ciclo, que implica la inversión en labranza, semillas, fertilizantes y agroquímicos, pero también pagar a los contratistas de la actual cosecha y sobre todo el arrendamiento de los campos de cultivo.
Pero para los dueños de la tierra, sobre todo los de la zona núcleo, que reciben como pago por el uso del suelo una parte importante de los granos cosechados y pueden acopiarlos en forma segura, no hay apuro. De hecho, en la última ExpoAgro, mientras que bajaron muy fuerte las ventas de maquinaria agrícola y herramientas, las compras de silos bolsa aumentaron en forma exponencial.
Eso demuestra que la intención de estos últimos ya era esperar una devaluación importante, algo a lo que el Gobierno se niega, o un tipo de cambio diferenciado al estilo del Dólar Soja que implementó tres veces por Sergio Massa, otra medida con la que tampoco comulgan. Uno de sus representantes, el presidente de la Sociedad Rural Nicolás Pino ya lo dijo hace un par de semanas, en referencia a los impuestos y retenciones al campo que el actual gobierno mantiene: “La situación no da para más”.