
Por Patricio Ballesteros Ledesma
De acuerdo a las proyecciones oficiales al 15 de noviembre último, existen por lo menos 4,4 millones de toneladas de soja y 5 millones de toneladas de maíz que todavía no se comercializaron. Tras la reciente prórroga del Programa de Incremento Exportador se empezaron a liberar al mercado.
Con esos fondos, el nuevo Gobierno podría arrancar su gestión normalizando las deudas comerciales por importaciones y cancelando sus compromisos externos con los organismos de crédito, hasta tanto ingresen los fondos por las ventas de la nueva campaña.
De hecho, este año terminará con un déficit comercial muy importante, que no sólo tuvo que ver con los efectos de la sequía en el agro, que generaron una merma de exportaciones por más de US$22.000 millones, sino además con los pagos al FMI y la demanda de dólares local.
Si se toma en cuenta un valor FOB promedio de US$220 por tonelada en el caso del maíz y de US$530 de la soja, las existencias del primer grano rondan los US$1.100 millones y US$2.330 millones en lo que respecta al segundo, de acuerdo con los cálculos más austeros.
Esos montos estimados no incluyen las existencias de ambos granos entregadas a la industria y los exportadores pero sin precio fijado, por lo que habría que sumarle sendos valores a alrededor de 6,3 millones de toneladas de soja y maíz adicionales, según los más conservadores.
Otros analistas entienden que el remanente en poder de los productores sin vender sumado al entregado con precio a fijar es bastante mayor, con un volumen total de 20 millones de toneladas por una cifra equivalente a US$6.700 millones.
Más allá de la cotización internacional de las materias primas agrícolas, las elecciones trajeron una alta volatilidad al mercado local, y el resultado final de los comicios aumentó las expectativas de una pronta devaluación del tipo de cambio oficial que llevaría los precios internos hacia arriba casi con seguridad.
De hecho, el Gobierno saliente la semana pasada decidió prorrogar la vigencia del PIE para el agro hasta la asunción del próximo Presidente, y mejoró la relación entre dólar oficial y CCL de 70/30 a 50/50 para la liquidación de divisas de los embarques.
Esa mejora del 30% en el tipo de cambio, con relación a la ofrecida hasta el 17 de noviembre, no provocó una abrupta liquidación con relación a la histórica para esta época del año, pero sí volvió a dinamizar la comercialización de granos que esperaba alguna señal para movilizar los stocks.
Al ofrecer un tipo de cambio más competitivo, el Gobierno saliente logró que la soja y el maíz se empezaran a liberar hacia la industria transformadora y el comercio externo, con el objetivo de obtener divisas ya no para su propia gestión sino para la que asumirá el próximo 10 de diciembre.
Sin embargo, en el caso del trigo la situación es diferente. En los próximos meses, la administración de Javier Milei y su equipo dispondrán de un importante flujo de ingresos de la agroindustria para hacer frente a los compromisos locales y externos.
Todavía no se sabe cuál será el tipo de cambio oficial que fijarán ni si mantendrán o no los derechos de exportación, lo cierto es que todavía no pueden liberar el cepo ni cortar a cero el nivel de retenciones, más allá de los recortes de gastos previstos.
Como el trigo mejoró sus rindes gracias a las últimas lluvias caídas y la soja tendrá una cosecha récord por la mayor área sembrada y las mejores condiciones al implante, sin modificaciones tributarias, ambos cultivos reportarán a las cuentas públicas ingresos de divisas e impositivos por un monto equivalente al no percibido este año.
Hasta que llegue la cosecha gruesa en el segundo trimestre de 2024, el trigo de exportación será el encargado de aportar los dólares que el nuevo Gobierno necesita en el arranque de su gestión.
Dejando a un lado los récord del pasado reciente, el envío de 8,7 millones de toneladas del cereal aportarán en esta campaña $2.240 millones, el doble que en la anterior y la mitad de lo obtenido hace dos años.
De acuerdo con la encuesta de noviembre de los Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (CREA), que consulta a 1.458 empresarios y 214 asesores, el impacto de los eventos climáticos que generaron el desastre productivo de la campaña a punto de terminar, se mantuvo en el primer tramo de la campaña 2023/24.
Para los cereales de invierno, la mayor parte de las regiones experimentaron pérdidas en la producción con respecto a los rendimientos esperados al inicio de la campaña. La proyección de los datos relevados a nivel nacional indica que la nueva cosecha de trigo argentina sería de 13,7 millones de toneladas, versus una cifra esperada a comienzos del ciclo de unos 17,5 millones de toneladas.
Por su lado, desde la Bolsa de Comercio de Rosario señalan que, a medida que el país se prepara para un nuevo capítulo político, resulta esencial considerar medidas que promuevan la competitividad y la sostenibilidad a largo plazo en el sector agropecuario. Si bien no hay soluciones simples, la necesidad de un cambio en la dirección actual es innegable.