
Que está resfriada o que se la coucheó de más (o de menos), son algunas de las explicaciones del equipo de Patricia Bullrich para justificar su pobre performance en el primer debate presidencial, en el que no cumplió ninguno de sus objetivos planteados: quitarle protagonismo a Javier Milei y ser quien más humille a Sergio Massa.
Nada de eso pasó y terminó diluida en un debate monopolizado por las dos principales figuras de la elección del 22 de octubre, quienes la ignoraron todo lo posible para hundirla en un tercer puesto que parece inevitable.
De poco sirvieron los largos simulacros en los que José Luis Espert actuó de Milei y la exministra creía tener controlada la situación. En el capítulo económico el libertario y el ministro de Economía monopolizaron la discusión y Bullrich mostró que sus dificultades para entender conceptos económicos siguen intactas.
El mayor papelón de Bullrich fue no responder, después de dos preguntas del diputado, que haría con los pasivos remunerados del Banco Central, denominados Leliq.
Además de exhibir su agresividad, mostró su poco diálogo con Carlos Melconian, a quien nombró como potencial ministro de Economía de un eventual gobierno suyo, pero luego desautorizó cuantas veces que pudo, una práctica que utiliza para controlar los grupos de trabajo, pero que no es muy efectiva en esta etapa de su vida, cuando sólo exhibe debilidad.
Bullrich repitió conceptos básicos, como que hay que bajar el déficit fiscal para solucionar todos los problemas. Se incomodó demasiado cuando no sabía responder preguntas y hasta le permitió a Milei mostrarse feliz, uno de los objetivos de los libertarios en el debate.
Massa la ignoró todo lo que pudo, como se esperaba, pero cuando la acusó de buscar un bimonetarismo como Cuba y Venezuela le sacó una sonrisa, de esas que la exministra regala cuando ve una jugada divertida de sus rivales, sólo que en este caso no iba a tener la chance de responder, como ocurre en los programas de televisión afines que le regalaron minutos de aire.
En el resto de los temas no fue atacada, pero tampoco se lució como repitieron sus voceros el lunes, cuando la candidata de JxC, visiblemente cansada, brindó una conferencia de prensa con el objetivo de mejorar la alicaída imagen que había dejado por la noche.
Quiso mostrarse como la garante de los 190 días de clase en las escuelas, pero no terminó de dejar en offside a Milei, quien esquivó todo lo que pudo hablar de sus propuestas de vouchers educativos, que no terminan de convencer a su propio electorado.
Sobre Derechos Humanos y Convivencia Democrática, Bullrich quiso anticiparse a los ataques de Milei y quedó peor: usó sus segundos para justificar su pasado en la organización Montoneros y en anticipar que, como pide la compañera de fórmula del libertario (Victoria Villarruel), habilitará la revisión de las denuncias por ataques de organizaciones políticas a civiles.
No hizo más que darse por aludida y mostrarse débil, en un tema en el que no debía quedar relegada si quería tener algún resultado positivo del debate. Peor le fue en el tramo de preguntas y respuestas, cuando dilapidó su oportunidad consultándole a Massa si no era mejor hacer qué decir. Sorprendido, el ministro lo tomó como si tuviera un minuto libre para explayarse.
Tan mala fue la actuación de Bullrich en el debate que Mauricio Macri, responsable de su candidatura, reunió a centenares dirigentes del PRO para una tardía arenga. En el equipo de la exministra no tienen claro ni siquiera como sigue su campaña. ¿Dónde va? ¿Dónde cierra? Son preguntas repetidas.
Su séquito de colaboradores no aporta demasiado. Damián Arabia y la extitular de la Oficina Anticorrupción, Laura Alonso, se conforman en subirse a colectivos o aviones con ella. Melconian, con quien Bullrich demostró que habla poco, abandonó su agenda unipersonal, esa que en 2015 irritó a Macri y le costó no ser ministro de Economía.
Los legisladores de Juntos por el Cambio no tienen línea para tomar definiciones y ya se animan a dividirse. Melconian no da pautas claras y cuando envía a su equipo de la Fundación Mediterránea, confunde más. El próximo paso de Bullrich es el debate de la UBA, el 8 de octubre, cuando podrá lucirse sobre seguridad, pero quedará encerrada en las discusiones sobre empleo y medio ambiente. Tiene pocos días para entrenarse.