María Eugenia Vidal muestra sus cartas: cuando hace 15 días pidió revisar todas las candidaturas de Juntos por el Cambio, ya estaba en sus planes renunciar a sus aspiraciones presidenciales y entrar en la nómina como posible sucesora de Horacio Rodríguez Larreta, sólo si quienes ya se anotaron dan un paso al costado. Previsible, la semana pasada anunció en un tuit que ya no tiene intenciones de ocupar el sillón de Rivadavia y se tomó una foto con el jefe de Gobierno.

Los movimientos de Vidal confunden a los referentes de Juntos por el Cambio que, aún siendo el principal frente opositor, empieza a tener una menor consideración en la sociedad por su interna, según las encuestas que llegan a sus principales oficinas. 

Después de perder por 20 puntos en 2019, caso único para un gobernante de la provincia de Buenos Aires que intenta reelegir, Vidal dejó que su tropa la siguiera considerando jefa del PRO bonaerense, pero en 2021 entendió que esa inercia de liderazgo no se traducía en intención de voto y desistió de competir en la provincia. Temía otra derrota y prefirió mudarse a la Ciudad, donde ganó en una deslucida elección. Disconforme, al otro día dejó de recorrer los barrios porteños y se presentó puertas adentro de JxC como una posible candidata presidencial. Fuera de los set de televisión, muy pocos se la tomaron en serio.  

Su viraje fue parte de un reencuentro con Mauricio Macri y una tensión con Larreta, quien nunca supo capitalizar sus triunfos electorales de 2021. Parecía que intentaba colaborar con Patricia Bullrich, pero el contexto cambió: la ex ministra no la necesita y una dispersión del voto PRO en agosto puede ser capitalizada por el liberal Javier Milei, quien si es el candidato más votado en las primarias no será tan fácil quitarle una porción de su electorado en octubre. Con este escenario, muy distinto al de hace un año, Vidal barajó y dio de nuevo, con las cartas dadas vuelta. No será candidata a presidenta pero sondea la chance de ocupar la jefatura de Gobierno, la oficina más confortable de Argentina. "No voy a ser la sexta candidata", aclaró, cuando le preguntaron si quería gobernar a los porteños. Un sutil pedido para que le despejen el camino. 

Jorge Macri no entiende nada: su primo lo obligó a dejar la intendencia de Vicente López para ser jefe de Gobierno y posicionarse como sucesor de Larreta. Lo respaldó en sus incursiones televisivas y ahora le permite a Vidal desafiarlo en público. Martín Lousteau tampoco la tiene fácil para comprender lo que le pasa: celebró que el próximo jefe de Gobierno se elija con boleta única, pero no imaginaba que podía tener de competidora a la ex gobernadora. Sus chances caen aún más: la marca Pro mide 40 puntos en la Ciudad y Vidal sabe llegar a sectores medios que acompañaron al economista en los últimos comicios.  

Vidal, por ahora, dosifica sus señales y confunde. Pide que la lista de candidatos a jefe de Gobierno se achique o se reduzca a ella, como si eso no fuera ocurrir de todos modos. ¿Acaso alguien toma en serio a Soledad Acuña o Fernán Quiroz? Algunos referentes del PRO creen que se sube el precio para tener algún lugar de privilegio en diciembre. De mínima, le ofrecerían la presidencia de la Cámara de Diputados en un gobierno de JxC, o algún ministerio de relevancia. Lo necesita, porque al igual que Macri, Vidal empieza a sentir las consecuencias de la derrota de 2019, que les marcó el destino: ya no pueden presentarse para cargos donde los echó la gente ni mostrarse como las soluciones al frente político que necesita renovarse. Empieza otra etapa. Y con ellos a un costado.