Agustín Pichot es uno de los símbolos del rugby argentino. Fue capitán de Los Pumas. Se retiró después del Mundial de Francia 2007, donde la selección alcanzó un histórico tercer puesto, algo que nunca repitió.
A mediados del 2021 fue invitado a participar del ciclo de Infobae “Cómo llegué hasta aquí”, donde contó su historia personal. Y una de las preguntas del público fue sobre la violencia en el rugby. Hacía un año y medio que un grupo de rugbiers había asesinado a golpes a Fernando Báez Sosa, hecho que hoy se está juzgando en la ciudad de Dolores.
Pichot, en la actualidad empresario, que en nuestro país jugó en el CASI y que estuvo a punto de presidir la IRB (International Rugby Board, el máximo organismo mundial de ese deporte), no esquivó la respuesta.
“Es una pregunta que en mi cabeza ronda hace muchos muchos años, te diría que desde que soy muy chico. Tengo que ser muy cuidadoso para no herir susceptibilidades de gente que se puede sentir tocada. Yo creo que eso que decís vos de los valores es más bien la percepción de los valores, porque los valores son de una sociedad, no son ni del rugby, ni del fútbol, ni del tenis, son de una sociedad. Después, a veces algo es interpretado como amistad, y en ocasiones interpretado como manada, porque vamos todos en grupo. Eso está buenísimo para una cosa, a mí por lo menos me hizo muy bien en muchas cosas, pero también es pésimo para otras. El gran problema que hemos tenido como deporte -y lo tenemos como deporte-, es no haber diferenciado lo bueno y lo malo. Haber naturalizado la violencia. Y no es que los chicos toman anabólicos… No va por ahí. Lo mismo que si te acostaste con veintisiete minas sos un genio, o a este lo cagamos a piñas y es como si nada. Decir “genio, qué crack, chupate otro fondo blanco, dale, dale” ¿Dale qué? ¿Sabés la cantidad de hechos de violencia que hay…?”
“Yo soy parte de mi comunidad y lo digo con una recontra autocrítica, a veces no le gusta a nuestra comunidad… No, los valores, no, los valores nada. Yo nunca dejé que me bajen la línea de los valores, para eso está mi mamá y mi papá, antes de los valores. Ya de chico cuando me hacía el canchero me decían ‘no esto, no esto, no esto, no esto, no esto’. ¿Por qué tratás mal a tu hermana? ¿Por qué le gritás? ¿Por qué le pegás a tu hermana? Viste cuando sos chiquito que te ponen los límites… Tocar a mi hermana, se acababa el tema, no había vida para mí. Entonces, a tu pregunta, creo que el rugby naturalizó muchas cosas que estaban mal. ¿Vos me preguntás exactamente qué es? No son los valores. Naturalizamos que en un bautismo te caguen a trompadas, que te muerdan hasta que no te puedas sentar, a mí me pasó, les hablo de la experiencia mía. ¿Sabés cómo estaba? Me mordieron la cola, un cachete, una persona de 130 kilos que tiene una mandíbula diferente y te agarra y parece un dogo, no me pude sentar por cuatro días, de verdad te lo digo, no sabés lo que me dolía. Todo el bondi riendosé. Cero gracioso. Me cortaron todo el pelo, que yo amaba mi pelo, no tiene nada de gracioso, naturalizás”.
“Cuando yo fui capitán, no, y tuve muchas discusiones. Por eso, empieza con autocrítica y con no naturalizar. Son años de una forma de ver las cosas, como es el machismo en la sociedad. Hay muchas cosas. Hay un revisionismo importante y al rugby durante el último año le tocaron todas juntas. Bien, no hay que discutirlas. Díganme lo que quieran, no está bien. Me putean, pero no está bien. Pero no está bien no para hacerme el progresista y decir no… Para que no pase, lo primero que le pregunté a mi hija (hija no del ambiente del rugby, porque crecimos afuera, vinimos a vivir acá porque yo amo mi país), lo primero que le pregunté después de lo de Fernando Báez Sosa, nos sentamos en la mesa y le pregunté ese mismo día: ‘¿Qué pensás de los jugadores de rugby? “Son unos patoteros, quilomberos, agresivos”. No me iba a sorprender, pero una chica de 18 años, que el papá había sido un símbolo, llamalo como ustedes quieran, alguien conocido en el ambiente del rugby, está diciendo eso… Por eso le mandé un mensaje al papá de Fernando pidiéndole disculpas en lo que me competía a mí, porque en definitiva yo había sido uno de los que había transmitido esa naturalización, desde mi lugar, de alguna forma”.