Los desafíos de la militancia en el Siglo XXI - Política y Medios
05-07-2025 - Edición Nº6364

OPINIÓN

Los desafíos de la militancia en el Siglo XXI

El Estado y el gobierno no logran surcar los avatares políticos y financieros. Sin embargo, los militantes podemos aportar buscando el camino a tientas para enfrentar el futuro.  

Por: Nicolás Mujico - Politologo UBA- Maestrando en Defensa Nacional UNDEF

 

Es un misterio entender cómo el hombre que aún no camina lo suficientemente erecto para lograr erradicar sus dolores de espalda, ha conseguido el poder de destruir el mundo y consumió los recursos del planeta, en una bacanal de no más de 3 o 4 generaciones. Aparentemente, siempre fue más importante tener los pulgares opuestos que la razón. El ingenio, superó al resto de las virtudes. Somos más homo habilis que sapiens. Sin embargo, y a pesar de todo lo vivido y de todas las creaciones humanas, en el campo, con sus avances tecnológicos, siguen dependiendo de los avatares del clima como el primer día. La nueva revolución científica- tecnológica- industrial también tiene sus límites y los avances no logran dominar la naturaleza que se revela en tremendas sequias o devastadoras inundaciones.   

El mundo avanza pero también retrocede y, a veces, se queda quieto. Todo el tiempo y en todo lugar. El pasado nos enseña pero que haya enseñanza no significa que exista aprendizaje. Como ejemplo, podemos mencionar la revolución tecnológica que implicó la invención de Gutenberg en el siglo XIV, que sólo fue apropiada entonces por una inmensa minoría. La tecnología, o la técnica, la institución quizá, que resolvió el analfabetismo y que, en definitiva, hizo aprovechable en su máxima expresión la imprenta, surgió 3 siglos después: La escuela, el Estado en definitiva, dio finalmente con la clave. No fue sino hasta el surgimiento de la modernidad que supimos para que servía aquel invento de la edad media.  

Actualmente, las computadoras, internet, las redes sociales, la posibilidad de convivir cotidianamente con una información que excede nuestras posibilidades cognitivas; la música todos los días, los inventos revolucionarios que duran un verano, la extrema velocidad de las cosas frente a la lenta velocidad del coraje y la razón, exceden por mucho la posibilidad de comprensión y de conmoción del hombre. Aún de los más inteligentes. Las instituciones heredadas del pasado con que pretendemos gestionar el nuevo mundo, nos abisma, nos desconcierta, nos aterra. La realidad que debemos enfrentar se transforma en un collage extraño, donde las personas con hábitos del pasado, deben convivir con los instrumentos del futuro. Tapamos con el afiche de hoy el evento de ayer al que no asistimos. En este mundo efímero, como la vida, ¿cuánto tardará el Estado o la organización política que surja de la agudización de semejantes contradicciones, en encontrar la clave que permita que todas estas invenciones, alcancen el máximo potencial, sean verdaderamente masivas en sus aplicaciones, tengan un sentido y hagan parte de la paideia de las futuras generaciones? Lógicamente no lo sabemos.  

No obstante, entender la velocidad del mundo y subirse, no es necesariamente ir a ningún lado. Si el colapso, el precipicio, el ocio miserable, el descarte, el protagonismo de las maquinas y el papel secundario de los hombres es el futuro, no veo porque apurarnos. El que escribe este divague, nunca tuvo apuro por llegar a donde no quiere llegar: Ese rol coordinador y estático que la sociedad tecnológica le deja al hombre no parece tener ni ética, ni épica ni estética y no resulta muy apasionante. Mucho menos aún, la haraganería seductora que posibilita la renta. 

El capital y la tecnología parecen ser los grandes protagonistas de este siglo. Se advierte en muchos sectores empresarios una creatividad suelta de compromisos. El hombre; ser universal único, que produce más allá de sus necesidades, se despojó hace rato de todo prejuicio ético. "Sí se puede se debe", podría ser el lema. Por sobre ello, el ansia de acumular prima por ahora: nuevamente aparece el comprar por dos y vender por cuatro, previo al surgimiento de la primera revolución industrial. La picardía, la búsqueda de la diferencia de precio, el viaje virtual de puerto en puerto. Un paradigma que identifica a lo financiero, a la renta y la usura como los generadores de riqueza.  En paralelo, surgen también otras ideas que, si bien no se podrían considerar solidarias, plantean nuevos esquemas y nuevos modelos empresarios y de desarrollo, relacionados con la producción, la industria y las empresas de base científica-tecnológica. En definitiva, el conocimiento. De la agudización de sus contradicciones saldrá también un nuevo modelo. Seducir a estos sectores, buscar la posibilidad de un proyecto común, podría ser una construcción política legítima, inclusiva y con perspectiva de futuro.  

La sinergia cooperativa entre público y privado, el capitalismo con bandera o, al menos con arraigo, aún no dejó de existir. Los Estados capaces de coordinar y potenciar esas iniciativas darán como resultado sociedades más desarrolladas y con algo de suerte, más justas. Envuelto en estas contradicciones, el hombre público, el hombre privado y también el militante deben encontrar un camino por donde salir de este terreno pantanoso.  

En relación a éste último, cabe preguntarse cuál es la tarea de un militante en este siglo donde se apela al minuto a minuto, donde el ritmo lo marca la velocidad del clic en un mouse. Desconfiar de que eso sea cierto no es una mala opción. El mundo moderno, el del mercado globalizado, no sabe cómo enfrentar los desafíos de siempre que lo desmienten: El ambiente continúa sin poder ser dominado por el hombre. La geofagia de un Estado que avanza militarmente sobre otro Estado es el viejo problema que describen los libros de historia. Las pandemias y epidemias nos remiten a relatos de la edad media. Pangea entra, así, en una nueva deriva continental. No se va a desinventar el automóvil, ni los satélites irán sin rumbo por el espacio, internet seguirá desarrollándose, pero,  ¿seguirá siendo seguro navegar (real y virtualmente) sin galeones por los mares? ¿Cuánto falta para una primera y global o nacional desconexión a la red? La deriva continental política, económica y cultural sigue su curso y no sabemos sus consecuencias. Vale recordar, como ejemplo,el momento en que España perdió la armada invencible. No se desencontró con América ni dejó de navegar el Atlántico, sin embargo, el orden mundial que estaba creando comenzó a declinar para siempre. América, sin moverse, comenzó a estar más lejos que nunca. Entonces; ¿cómo nos preparamos para enfrentar esta deriva? Sin duda, estamos muy vulnerables. El Estado y el gobierno no logran surcar los avatares políticos y financieros. Sin embargo, los militantes podemos aportar buscando el camino a tientas para enfrentar el futuro.  

No sabemos a dónde va el mundo, pero sin duda, Argentina no irá a ningún lado si no se fortalece. Es necesaria una generación que sea consciente de los intereses de la Patria. Además de marchar, formarse, crecer cuantitativamente y cualitativamente, los militantes que tenemos la fortuna de no formar parte del gobierno, por lo que debemos trabajar de cara al futuro en varias tareas extras más: crear conciencia de las capacidades nacionales, de las que tenemos y de las que nos faltan. Los argentinos somos capaces solía recitar como un mantra el ex presidente Néstor Kirchner. Esa capacidad debe trazar un puente entre nuestra historia y nuestro destino; crear conciencia del Atlántico Sur, causa magna de nuestro país, de la cordillera, de lo grande que es nuestro territorio, nuestra pampa verde y azul que debemos conocer, recorrer, estudiar, ocupar, dominar, explotar y transformar. Ahí se juega el destino de la Patria. Al contrario de lo que creían algunos hombres de estado del siglo XIX y XX y hasta un ex presidente -y futuro candidato tal vez- el bien de la Argentina es la extensión. La diversidad, la enormidad, el horizonte de posibilidades que se juegan en nuestro extenso territorio, necesitan de todos los hombres y mujeres de la Patria; También es tarea de la militancia poner fin a las zonceras y crear una geopoetica que fortalezca la autoestima nacional. Crear un nuevo lenguaje que sea capaz de dialogar con los nuevos códigos de este tiempo, sin renunciar a la herencia política, ideológica y cultural que nos arraiga a nuestra tierra.  

El trabajo de la militancia no es la rosca sino la persuasión. En definitiva, un trabajo pedagógico. 

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