
Mauricio Macri juega su ajedrez en Juntos por el Cambio y nada ni nadie parece detenerlo: en una semana instruyó a los jefes del PRO dos veces para marcar agenda sin los radicales.
No soportó saber que en la última sesión de Diputados se aprobaron leyes que implicaban costo fiscal promovidas por el Gobierno, apoyadas por la UCR y con alguna colaboración de sus legisladores.
Sólo algunos halcones como José Torello y Francisco Sánchez se desmarcaron y se aliaron a los liberales para rechazar la ley de HIV, porque prohíbe despidos y anticipa jubilaciones.
El PRO tampoco avaló la ley de cannabis medicinal y cáñamo industrial, promovida por el Gobierno y respaldada por los radicales. Pero no hizo mucho para que no llegue al recinto.
Macri quiere llevar la tensión al límite con la conducción de la UCR y así se lo hizo saber a las autoridades del PRO en una reunión convocada por él, que no tuvo detractores.
Patricia Bullrich se siente ganadora, porque entiende que su línea dura está triunfando. Y Horacio Rodríguez Larreta asintió todo, como viene haciéndolo desde enero, cuando visitó a Macri en Villa La Angostura para sellar la paz y no volver a confrontar. Al menos cara a cara.
Después diseña maniobras para diferenciarse, pero asusta cada vez menos. Por caso, tras el reto de Macri se mostró con los 3 gobernadores radicales: Rodolfo Suárez (Mendoza), Gustavo Valdés (Corrientes) y Gerardo Morales (Jujuy), presidente de la UCR.
El expresidente luego intervino por zoom en una reunión de diputados PRO para reiterar su reclamo: no hablar con radicales ni, menos aún, seguirle la agenda. Otra vez, nadie lo enfrentó. El jefe del bloque Cristian Ritondo no lo contradijo una sola vez, como tampoco su jefa María Eugenia Vidal. Menos aún el larretista Álvaro González.
Morales no cree importante hacer las paces con Macri. Los radicales que lo frecuentan aseguran que no buscará llegar a la Casa Rosada, sino sólo sostener poder.
Lo imaginan empujando una reforma constitucional en Jujuy para ir por un mandato más. O siendo candidato a senador y condicionar a quien sea presidente.
Uno de sus habituales interlocutores es el diputado Facundo Manes, quien sí está decidido a jugar por la presidencia como crítico de Macri y Cristina. Sin demasiadas diferencias.
En cualquier caso, Morales juega a recuperar el radicalismo progresista de otros tiempos, pero no la tiene fácil, porque en las provincias hay más UCR conservadora macrista que alfonsinistas nostálgicos, aunque no tengan anclaje en el Comité nacional.
Evolución radical, la línea de Martín Lousteau, también se planta en la avenida del progresismo y así lo dejaron claro en su encuentro de Santa Fe. Tampoco asustan: el economista jugará en la Ciudad y sus seguidores son minoría en las provincias.
Para Macri, nada de eso sirve. “No se puede seguir hablando del Estado cuando la gente pide otra cosa”, es su latiguillo para desautorizar a los radicales y darle la bienvenida a Javier Milei como futuro aliado, en una alianza o en un ballotage.
Larreta siente que si acepta se queda afuera: las encuestas que le acercan lo muestran en caída libre.
Su amenaza de una primaria no es más que la exhibición de un musculo económico mayor al de Bullrich. “No tengo tu plata, pero te puedo ganar igual”, llegó a decirla la exministra, en una discusión de enero.
Macri, que en otros tiempos también mostraba billetera para definir su futuro, ahora no cree que sean decisivas, porque si la gente ve el cambio en los liberales, no habrá campaña que alcance. Por eso intenta aislar a la UCR. Siempre.