
El diputado Omar de Marchi reunió en Mendoza a legisladores del PRO ajenos al área metropolitana, en lo que fue una muestra del poder y un freno a la interna entre Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich para definir el candidato presidencial.
La puesta mendocina no fue una novedad: De Marchi ya había encabezado una rebelión de las provincias en el bloque que le permitió ser elegido dos veces como vice de la Cámara.
Desplazó en 2020 a Álvaro González, la mano derecha de Larreta, quien se fue a Mendoza a sacarse una foto con legisladores del interior. Bullrich estaba en Estados Unidos y dejó un mensaje grabado.
El encuentro, en definitiva, sirvió para dejarle claro a ambos que cuanto más se peleen más difícil les será influir en los cierres de listas. De hecho, en 2021 no les resultó sencillo entrometerse, porque muchos referentes provinciales les apagaron los teléfonos.
Bullrich se sentía fortalecida por haber puesto el cuerpo tras la derrota de Mauricio Macri y quiso tomar decisiones en todos lados. Elegía dirigentes para representarla, los instalaba con sus asesores de medios y redes sociales y viajaba para testear grados de obediencia. No siempre le fue bien, pero supo evitar conflictos innecesarios.
Larreta tiene otro estilo. Eduardo Macchiavelli, secretario de Asuntos Estratégicos de la Ciudad, era el encargado de ofrecer logística a los candidatos. Financiaba lo que sea.
Álvaro González daba consejos políticos a quien quisiera escucharlo. Pero el jefe de Gobierno rara vez aparecía y si lo hacía llegaba en avión privado y contrataba autos para no cruzarse con nadie. O con casi nadie.
Con ellos lejos, el PRO creció en varias provincias como Chubut, San Luis, Entre Ríos. Podría gobernar cualquiera de ellas o participar de alianzas que triunfen en otras como Córdoba y Santa Fe, además de las tres que ya administran los radicales: Jujuy, Corrientes y Mendoza.
Hasta la provincia del sol y el vino llegaron legisladores como el santafesino Luciano Laspina, los cordobeses Gustavo Santos y Soher El Sukaría, el chubutense Ignacio Torres, la puntana Gabriela Riollo y la pampeana Victoria Huala.
A todos en algún momento se los mencionó como larretista o bullrichista, pero la reunión sirvió para borrar esas definiciones.
Desde Italia, donde participaba del mundial de bridge, Macri pudo seguir lo que pasaba a través de tres senadores confidentes: Humberto Schiavoni, José Torello y Alfredo De Angeli.
El mensaje que le llegó fue contundente: nadie podrá marcar la agenda local en 2023, cuando la mayoría de las elecciones provinciales serán antes que la nacional.
Hay, además, una indecisión sobre cómo definir el candidato presidencial del PRO sin arriesgar a que pueda ser beneficiado un radical, como ocurriría si hay dos anotados en una primaria.
Tampoco se pueden poner de acuerdo en ese tema. Larreta pide una interna cerrada, con un padrón que ni siquiera llega a 70 mil afiliados, confiado en las buenas artes de Machiavelli para reunirlos a todos.
La exministra ni se imagina esa posibilidad y pide competir. Apuesta a listas cruzadas entre radicales y PRO, como fue en Córdoba, lo que a nivel nacional sería una rosca eterna.
Los legisladores del interior no quieren involucrarse en ese asunto y los dejan pelearse. Tal vez sean los que terminen poniéndoles límites. Nadie lo descarta.