
La renuncia de Máximo Kirchner a la Presidencia del Bloque del Frente de Todos en la Cámara de Diputados de la Nación cayó como un baldazo de agua helada en el interior de la coalición de gobierno.
Después de los duros cruces de la oposición, un diciembre sin sobresaltos y un verano récord, el acuerdo con el FMI parecía encaminar las cosas para la segunda etapa del gobierno de Alberto Fernández.
Sin embargo, cuatro meses y medio después de la crisis desatada por la renuncia de Wado de Pedro y de gran parte del staff cristinista del ejecutivo, la paz interior vuelve a volar por los aires por el acuerdo con el FMI.
A simple vista, aparece la idea de que el líder de La Cámpora considera que no se negoció con la dureza necesaria y que por ende se obtuvo un acuerdo poco beneficioso para el país. En la extensa carta de renuncia despliega críticas al equipo económico y a la conducción política por igual y cita a su padre cómo ejemplo de tenacidad a la hora de sentarse con los técnicos del Fondo.
Pero más allá de los epítetos contra Alberto y Martín Guzmán, la misiva llama la atención por otros pasajes en los que se puede ver el verdadero trasfondo de la renuncia.
Comunicado de la presidencia del Bloque de @Diputados_Todos
— Diputados de TOD☀S (@Diputados_Todos) January 31, 2022
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En el segundo párrafo dice: “Es mejor dar un paso al costado, para que, de esa manera, él pueda elegir a alguien que crea en este programa del Fondo Monetario Internacional, no solo en lo inmediato sino también mirando más allá del 10 de diciembre del 2023”.
Por otra parte, ya sobre el final, señala: “Seguiré trabajando, como lo hice hasta ahora, con una agenda que incluya leyes como Humedales, Producción de Cannabis Medicinal, Acceso a la Tierra, Envases, Fomento al Desarrollo Agro-Indrustrial Federal e Inclusivo y Promoción de la Industria Automotriz”.
En estas líneas deja claro que lo que está recalibrando es su propio camino.
Más allá del destino del Frente de Todos y del Gobierno, más allá del acuerdo con el FMI, Máximo comprendió que para cumplir sus objetivos de liderar un movimiento político y llegar a la presidencia, debe construir un sendero propio que considera no puede hacerse desde el poder.
Con 40% de pobreza, 20% de desocupación real y 50% de inflación, la dirigencia entera está puesta bajo un severo cuestionamiento de la sociedad que ve en “la casta” una elite despegada de los problemas cotidianos de la gente de a pie. Y no hay nada más de elite que ser el titular del Bloque oficialista de Diputados: no tiene tarea concreta por hacer más que rosquear para cumplir con las leyes que necesita el presidente.
En ese contexto, ¿cuál es el beneficio de liderar el bloque? Si al mandatario le va bien, se llevará los créditos y si le va mal, se hundirán junto con él. Nadie recuerda al presidente del Bloque oficialista, se recuerda al presidente del país. Nadie dice que Néstor Kirchner sacó a la Argentina del infierno por la tremenda tarea legislativa de Agustín Rossi.
Para colmo, en este contexto geopolítico y ante las tremendas dificultades internas, el éxito del gobierno -en caso de que llegara- se daría con tanta gradualidad y lentitud que consumiría los dos años que quedan y cuatro más de una eventual reelección para bajar la pobreza al 30% y subir los salarios un 10%.
Visto en perspectiva histórica no está mal, un gobierno gris que centímetro a centímetro mejora las cosas y deja la posta para el que viene.
Pero quienes conocen a Máximo saben que no está muy identificado con la idea de “hombre de Estado” que trasciende las contradicciones internas para proyectar la solidez de la nación a través de la superación de los conflictos internos y el largo plazo; sino más bien alguien que cree que la argentina puede salir adelante pese al mundo que conspira contra ella en alianza con sectores internos que, por ende, deben reducir su peso económico-político a manos de un Estado protector.
Estas dificultades económicas y sociales que nos acompañarán por muchos años tendrán consecuencias políticas. El descrédito de la dirigencia, los conflictos en la calle y el malestar en la vida serán una constante.
¿Cómo quiere Máximo transitar ese malestar social? Seguramente sienta que su camino está más ligado a expresar ese malestar que a administrarlo desde el poder. ¿Por qué ahora? Quizás debamos ver el calendario de otra manera.
No sería descabellado pensar que esta es una decisión que comenzó a elaborarse el mismo día que Milei sacó 17% en CABA y terminó de definirse con el triunfo de Boric en Chile. Ambas expresiones comparten la idea, una por derecha y otra por izquierda, de que lo que está, está mal y buscan expresar ese descontento desde los márgenes del sistema.
En síntesis, todos sabemos que se vienen años turbulentos y de profundas insatisfacciones. Cómo hace unos años lo hizo Pablo Iglesias en España y recientemente Gabriel Boric en Chile, Máximo Kirchner ve que su sueño presidencial deberá necesariamente tener un camino propio.
Por ahora, el escenario parece ser complicado: él no viene de las luchas sociales, viene de las entrañas del poder. Se verá si puede reconvertirse para ser más Grabois y menos Kirchner.