
María Eugenia Vidal ya no camina en la misma vereda que Horacio Rodríguez Larreta, aunque en el mundo PRO se los siga viendo como aliados incondicionales. Su rechazo a habilitar una nueva reelección de los intendentes bonaerenses, su respaldo a la candidatura a gobernador de Cristian Ritondo y su intención, cada vez más explícita, de proyectarse con figura nacional, resultaron una señal de alarma para el jefe de Gobierno, que hace sólo 6 meses se enfrentó a Mauricio Macri para imponerla como candidata en la Ciudad.
El expresidente quería en ese lugar a Patricia Bullrich y prefería a la exgobernadora compitiendo en Provincia, pero priorizó no chocar con Larreta y se fue a Zurich. Vidal ganó una deslucida elección: triunfó sin descollar en una primaria contra Ricardo López Murphy y en la general no llegó a los 50 puntos que Juntos alcanzó en las últimas dos elecciones, entre otras cosas por la irrupción del liberal Javier Miliei.
La diputada por la ciudad no terminó de posicionarse como figura porteña sino más bien como un ingrediente de la maquinaria electoral PRO en el distrito que gobierna desde 2007. Y a un mes y medio de su victoria no se hace ver como la sucesora natural de Larreta ni rivaliza con quienes sí quieren esa silla, como Martín Lousteau.
Tiene otra agenda: prepara una gira nacional para testear su aceptación en el interior del país, donde siempre tuvo una buena imagen. Tanto, que en 2019 los brokers de Wall Street presionaron para que reemplazara a Macri como candidata presidencial, porque generaba expectativas de triunfo y protegía mejor los bonos de deuda. Temerosa, la entonces gobernadora llegó a suspender una visita a Córdoba para no crear falsas expectativas.
En 2022 piensa ir en sentido contrario, con recorridas por todas las provincias para aventurar una candidatura presidencial que desliza en charlas con dirigentes afines, de esos que se ganaron su confianza en su primera etapa en el gabinete porteño. "En marzo de 2023 veremos si Horacio mide más que yo", llegó a decir esos cafes. Todavía no hay quién la haya escuchado hablar de ser candidata a jefa de Gobierno. Tal vez no le interese.
Un acuerdo con Larreta, de llegar, tendría varios temas que resolver como la candidatura a la gobernación. Vidal respalda a Ritondo, su mano derecha y con la chapa no menor de ser jefe del bloque PRO de diputados, electo por sus pares e imponiéndose a los deseos de Macri y Bullrich, que querían a una figura cercana a ellos. La exgobernadora proclamó a su exministro como candidato en la provincia en plena campaña electoral y descolocó al jefe de Gobierno, que piensa en ese lugar a Diego Santilli. No lo hizo dejar la vicejefatura de gobierno para calentar una banca cuatro años.
A Ritondo lo motiva saber que a Santilli poco le interesa pelear por llegar al principal sillón de La Plata. El exdirigente de River no se imagina volver a discutir voto a voto en el conurbano y le teme a las campañas sucias. Tiene claro que en el kirchnerismo le preparaban nuevos carpetazos y, como a su jefe, le incomoda confrontar y prefiere las zonas de confort mediático. Siempre las tuvo.
Pocos días antes de navidad, Vidal se reunió con Ritondo y legisladores provinciales que todavía la valoran como jefa y lanzó un mensaje claro: se opondrá a cualquier atajo legal para burlar la ley sancionada en su gestión que impide más de una reelección de los intendentes. No le importó chocar de frente con los alcaldes de Juntos que están dispuestos a aliarse al peronismo para seguir al menos un período más, algunos protegidos por ella hasta hace unos meses como el platense Julio Garro o el marplatense Guillermo Montenegro.
Larreta, como acostumbra, no dijo nada, un silencio que empezó aturdir a los dirigentes que lo sueñan presidente. Es el único candidato a la Casa Rosada que mide bien, pero aún así se resiste a ejercer cualquier tipo de liderazgo interno y se muestra incapaz de resolver conflictos como la falta de coordinación del bloque de diputados de Juntos, que terminó el año perdiendo una votación en una sesión convocada por ellos mismos. La mala praxis estuvo a cargo de Silvia Lospenatto, nada menos que la última incorporación al equipo de campaña del jefe de Gobierno.
La llegada de Jorge Macri como ministro de Gobierno de la Ciudad suma un jugador en esta guerra fría de viejos amigos. El exintendente de Vicente López nunca se llevó bien con Vidal y por su apellido puede ser mejor candidato que ella a reemplazar a Larreta. Por el mismo motivo, un pésimo aspirante a suceder a Axel Kicillof. A su primo y expresidente le atrae más como jefe de Gobierno que cualquier radical o que la propia diputada, con demasiados gestos de autonomía. Tampoco sabe si Bullrich no se le irá de las manos si llega al sillón de Bolívar.
A Vidal no le preocupa demasiado lo que pase en la arena porteña, donde ningún dirigente local del PRO camina por los barrios nombrándola. Prefiere moldear su perfil nacional y correr hasta 2023, si es necesario, con declaraciones contra el Gobierno que Larreta evita, convencido de que la grieta no será bienvenida en la próxima contienda presidencial.
Encuestas en mano, Vidal quiere participar. Confía además en su buena llegada a los principales grupos mediáticos y la empatía con la militancia PRO que la vio crecer. Claro que para dar ese paso debería desplazar a su padrino político de toda su carrera política. Difícil. Pero no imposible.