La inflación conspira contra el despertar económico - Política y Medios
28-03-2024 - Edición Nº5900

ANÁLISIS

La inflación conspira contra el despertar económico

En medio del intento por despegar de la crisis que atraviesa el país, y fue profundizada por la pandemia de Covid-19, uno de los principales escollos a sortear es el incremento en los precios.

Por: Esteban Pastoriza (Técnico Universitario en Comunicación Social -Licenciado en Ciencia Política).

En el inicio del 2021 se percibe una continuidad de aquellos problemas que no lograron ser resueltos durante el primer año de gobierno del Frente de Todos, producto de un contexto social que sufrió la llegada de la pandemia del COVID-19 desde lo sanitario, pero que también tuvo sus consecuencias negativas en lo económico.

De esta forma, algunas dificultades que aún marcan la agenda del Estado refieren al acuerdo con el FMI; la normalización del tipo de cambio; el funcionamiento pleno de la actividad económica; el control en los precios de los bienes de consumo y por supuesto el diseño de un plan de vacunación masivo para un momento histórico extraordinario.

Sin embargo, una de las cuestiones que más intranquiliza al oficialismo y emerge como la real amenaza a sus perspectivas de crecimiento económico genuino, es la situación inflacionaria y su correspondiente impacto en la realidad social.

El último trimestre del 2020 fue testigo de una aceleración en la inflación que activó las alarmas y puso en alerta el proceso de recuperación en la actividad, observado en la etapa final del año y sobre el que se montaron las esperanzas del Gobierno nacional para lograr finalizar, de una vez por todas, con la falsa dicotomía entre economía vs salud que se había instalado en la opinión pública desde la llegada de la pandemia.

Los datos que arrojó el nuevo informe del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), manifiestan que el aumento de precios del 4% de diciembre 2020, fue el nivel de inflación mensual más alto de todo un año que terminó con un incremento general del 36,1%.

Si bien es cierto que hubo una reducción de 17,7 puntos porcentuales, en comparación al registro inflacionario de 53,8% con el que finalizó el 2019; la preocupación gubernamental toma forma al observar que los números del último mes de su primer año de mandato, no hacen otra cosa que confirmar el recalentamiento de precios que se venía advirtiendo en octubre (3,8%) y noviembre (3,2%).

Con ello, el trimestre final asegura un alza inflacionaria acumulada del 11%, que equivale a poco menos de un tercio del total anual.

Cuando analizamos el desagregado del porcentaje total de la inflación en base a los rubros que más crecieron en el mes de diciembre de 2020, nos encontramos con que los sectores que lideran los primeros lugares, son aquellos sobre los cuales el oficialismo había tomado la decisión de congelar sus respectivos aumentos y ahora comenzaron a flexibilizar sus incrementos con el visto bueno del Gobierno nacional.

Tal es el caso del alza en la salud (5,2%) debido a la suba de los productos farmacéuticos y a la aprobación en el aumento de los planes de medicina prepaga.

En cuanto a los segmentos que refieren a recreación y cultura (5,2%); y restaurantes y hoteles (4,6%), sus incrementos pueden relacionarse con el supuesto de que corresponden a aquellas divisiones completamente paralizadas durante gran parte del año y comenzaron a tener cierto funcionamiento durante los últimos meses, con la aplicación del Distanciamiento Social Preventivo y Obligatorio (DISPO).

Por otro lado, el caso que más preocupa al Frente de Todos, es el que refiere al rubro de alimentos y bebidas (4,4%), pues se relaciona con el sector que posee mayor incidencia en el nivel inflacionario general y repercute en todas las regiones del país. Allí vemos ejemplos donde un producto básico, como la carne, sufrió un aumento del 13,9% en el Gran Buenos Aires, mientras que la zona pampeana ascendió al 15,9%.

[Encender la economía pero contener la inflación]

En cuanto a la situación de la economía argentina, es posible observar una recuperación hacia finales del 2020 que le dieron algo más de oxígeno al Gobierno nacional, luego de atravesar la mayor parte del año con la pandemia del coronavirus como principal frontera antagónica a sus expectativas de crecimiento. Así, según el último informe de panorama productivo del Centro de Estudios para la Producción (CEPXXI), hubo mejores signos de recuperación a lo esperado, con una actividad económica que “se ubicó 5% por debajo de los niveles de febrero, recuperando casi el 80% de lo perdido en los primeros meses de la pandemia”.

Un dato interesante que presenta el documento, es el incremento del empleo formal industrial, que para el mes de octubre ya presentaba 4.500 puestos de trabajo más que en febrero de 2020, y siendo a su vez el quinto mes consecutivo en creación de empleo.

En este sentido, el crecimiento del 4,5% de la industria durante el mes de noviembre, es de real importancia, pues hace referencia al mayor nivel de utilización de la capacidad instalada en el período de dos años y comienza a darle funcionamiento a un espacio que estaba limitado al 50% durante el final de mandato de Juntos por el Cambio, cuando la pandemia sólo era una distopía. “De acuerdo a nuestro índice adelantado en base al consumo de energía, la industria subió 6,1% interanual en diciembre por un gran empuje de la automotriz, siderurgia y metalmecánica”.

Ahora bien, entre los datos empíricos del incremento inflacionario acelerado durante los últimos meses, y las buenas noticias del despertar económico, emergen algunos interrogantes que contextualizan muy bien lo analizado en los párrafos anteriores. ¿Puede haber una recuperación comercial, industrial o de la economía en su conjunto, si los ingresos de los trabajadores no le ganan a la inflación? ¿Cuál es el impacto de la suba de precios de los productos básicos sobre el nivel de consumo? 

Podemos ensayar algunas respuestas contemplando el fundamento principal sobre el que se diseña el esquema inflacionario en nuestro país. 

Es evidente que en Argentina la inflación es un fenómeno que se explica mayoritariamente a través de los costos; pues la tendencia general de la economía, demuestra que hay un incremento inflacionario cuando aumentan los precios básicos que forman parte del valor de todos los bienes y servicios. En consecuencia, el tipo de cambio es un elemento que condiciona el nivel de la inflación, en la medida en que al haber una depreciación persistente de la moneda local (el peso), se observan saltos periódicos que aceleran el ritmo del incremento de los precios sin importar si los salarios acompañan esta suba.

Esto ya nos marca que quienes ostentan una posición ventajosa al acceso de divisas internacionales, debido al lugar que ocupan en el proceso productivo, van a presionar constantemente para generar una devaluación que les permita beneficiarse con sus consecuencias.

En medio de ello, también están las tarifas y los combustibles, como otros componentes básicos, cuyas modificaciones en sus orígenes de valor repercuten en forma directa sobre la escala inflacionaria. En una economía donde los montos finales están tan acoplados, es difícil que varíe uno sin que se modifiquen los demás; de esta forma, si aumenta la nafta o la energía, ese valor se traslada inmediatamente a los precios de los productos.

Ahora bien, el elemento prioritario que caracteriza a cada una de estas variables y resulta tan influyente como ellas, es la puja distributiva. Este fenómeno no es otra cosa que la expresión de sectores que pugnan por apropiarse de una mayor cuota del excedente, los ingresos o la riqueza acumulada de un país. El punto es determinar los parámetros en los que esta tensión logra trascender lo económico para involucrarse en las decisiones gubernamentales.

Debido a ello, la inflación conlleva este contexto de relación de fuerzas que implica un conflicto directo entre distintos segmentos sociales con intereses económicos diferentes, contradictorios y hasta antagónicos. Sin embargo, en medio de este escenario de presiones diversas, partimos de algunas certezas que no pueden ser desentendidas; pues, los grandes empresarios y los trabajadores no poseen la misma fuerza relativa para imponer sus demandas.

El resultado de la puja distributiva va a estar determinada por la fortaleza que se imponga sobre el control de los  mercados y consecuentemente, la posibilidad de formar precios. Claro está que las empresas que controlan de manera monopólica el espacio de bienes, servicios e insumos, no sólo logran fijar valores monetarios, sino también las  condiciones de pago que moldean la estructura de costos según sus intereses y repercuten sobre el conjunto de la economía. Esto es lo que viene sucediendo, por ejemplo, con las subfacturaciones de exportadores y las sobrefacturaciones de los importadores.

El oficialismo debe arbitrar sobre un escenario económico que comienza a mostrar signos de mejoría, pero que a su vez encuentra en la puja distributiva y en los altos niveles de inflación a sus principales condicionamientos. Los salarios cayeron 25% en los últimos tres años y allí se espera una atención especial por parte del Estado que dé lugar a una rápida recomposición de ingresos en los más afectados; pero además, tal como hemos observado, el despertar de la actividad productiva se está dando en velocidades diferentes y por ello aquí también va a depender de una valoración estatal como mediador de tensiones en la distribución no sólo riqueza, sino incluso del propio esfuerzo por acompañar y empujar a los segmentos más atrasados.

La incertidumbre que genera el incremento inflacionario de los últimos tres meses, enciende algunas alarmas que deben ser oídas por el Gobierno nacional. El retorno de la puja distributiva a la mesa grande de las negociaciones requiere de un rol del Estado preponderante; no imponiendo decisiones, sino entablando consensos entre los demás agentes económicos pero remarcando ciertas condiciones fundantes que no pueden ser desestimadas, si se pretende que el crecimiento que propone el presupuesto 2021 tenga éxito y guarde ciertos niveles de correspondencia social en medio de un año electoral. 

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