La patria streamera: el nuevo poder mediático en Argentina - Política y Medios
28-09-2025 - Edición Nº6449

ACTUALIDAD

La patria streamera: el nuevo poder mediático en Argentina

“La patria streamera” no empezó ayer: acaba de entrar en su edad de oro, la edad de la responsabilidad en la formación de discurso y construcción de narrativas que favorezcan el desarrollo cultural y democrático del país. Veremos si lo logra.

Por: Lautaro González Amato*

 

Algo cambió en el encuadre comunicacional argentino durante los últimos años: los streamings dejaron de ser un entretenimiento de nicho y se convirtieron en vidrieras masivas, usinas de formación de agenda y terrenos de disputa política. 

En el primer semestre de 2025, según datos publicados por la consultora En Directo Stream y homologados por la UBA, los tres canales más vistos sumaron cerca de 441 millones de visualizaciones: Olga liderando con 197.253.071 vistas, seguido por Luzu con 189.021.914, y en tercer lugar Blender con 55.758.541. 

Estos números no surgen por azar. Emergen porque tanto millennials como la llamada GEN Z, fueron generaciones que crecieron con pantallas distintas que reclaman a gritos voces diferentes, el llamado “trasvasamiento mediático”. 

El formato admite errores, risas espontáneas, interrupciones, conversaciones crudas, memes al instante. Se les llama “televisión de bajo presupuesto” —como apuntó el propio Alejandro Dolina—, aunque ese despojamiento le da una virtud: autenticidad frente a la solemnidad rígida de los medios tradicionales.

Entre el boom y el desorden: los desafíos del modelo

Luzu, desde su origen en 2020 con Nicolás Occhiato a la cabeza, es un canal que opera como radio digital pero con multiplataforma: programas en vivo, recortes que se viralizan en Instagram y TikTok y una comunidad que cree que “hacer stream” es hacer presencia política cultural. 

Olga, de la mano de Migue Granados, tomó ese pulso y lo amplió con programas de humor, entrevistas y una estética íntima que reconfiguró el vínculo con la audiencia. Fue incluso famosa la entrevista que Granados hizo a Lionel Messi vía YouTube, que rompió récords de visualizaciones y fue replicada por medios convencionales. 

Crecer rápido implica riesgos. El ecosistema streamer argentino coquetea con la fragmentación, el ruido, la opacidad de métricas y la monetización sin reglas claras. En el ranking semestral de 2025 se registraron 759.719.099 visualizaciones totales entre enero y junio, un nivel récord que supera los totales de 2024. Las señales Olga, Luzu y Blender dominan esa curva creciente. 

Este boom coloca al streaming frente a una disyuntiva: ser espectáculo o industria. Para ser sostenibles, esos canales deben enfrentar tres ejes críticos. En primer lugar trabajar en una medición confiable ya que la TV tradicional se valida por audímetros, ratings, entidades reguladoras que brindan garantía de trazabilidad. El streaming necesita homologaciones, métricas auditablemente confiables (que no dependan solo del algoritmo interno de YouTube o Twitch) y estándares compartidos para que los anunciantes y el Estado puedan invertir con certeza.

Un segundo punto a trabajar es el de la transparencia y financiamiento: muchos canales se sostienen mediante PNTs, patrocinios y menciones orgánicas. Y la pregunta entonces es cómo distinguir pauta privada de favorecimientos políticos. En un país donde la comunicación se cruzó con la disputa de poder, esos mecanismos deben estar visibles, regulados, sometidos al escrutinio público.

Por último asoma un problema más político y cultural: cómo mantener la autonomía editorial frente al poder político. Esto constituye uno de los riesgos más agudos porque es donde se juega la posibilidad de que los streamings se conviertan en plataformas de propaganda disfrazada. Algunos canales ya muestran afinidades ideológicas explícitas. En ese terreno, la legitimidad dependerá de si pueden resistir presiones políticas, decidir qué invitado entra, qué tema no se toca, qué pauta se acepta, y no ser meras plataformas de micrófono para quien tenga recursos.

Kantar IBOPE advierte que el desafío de los medios en 2025 es “redefinir el statu quo en un mundo fragmentado” y que la convergencia entre datos, tecnología, privacy y regulación será central para que el ecosistema no se convierta en una torre de Babel mediática sin reglas. 

La política ya habla en clave de stream

“La patria streamera” no es solo entretenimiento. Ya hay señales de que la política entiende que no puede ignorar ese ecosistema. Clips de campaña, debates en vivo, influencers como candidatos y operadores que cruzan radio, redes y streaming están construyendo una geometría política distinta. En ese cruce, el que controle la edición, el recorte viral será el que imponga tono y los temas de agenda.

El modelo clásico lo sabe: la TV sigue reteniendo el grueso del rating, sobre todo en franjas centrales y en zonas fuera del Gran Buenos Aires. Los jóvenes, mayoritariamente de entre 18 y 35 años, ya no se sientan a esperar la campaña de verano en casa: quieren streaming todo el año. Esa audiencia no ve “la TV” y se sintoniza con ideas, tonos, voces.

Si la campaña del 2025 es una contienda de narrativas, los streamers son nuevas trincheras discursivas. Su capital no está en el micrófono, sino en el pulso digital que pueden encender, el meme que pueden viralizar, la agenda que pueden colocar. Y lo harán sintiendo que ya no son espectadores, sino productores culturales del poder.

De fenómeno a institución mediática 

El fenómeno stream alumbra propia utopía: no quiere ser satélite de la TV, ni experimento digital sin reglas. Quiere ser un sistema con normas, estándares y legitimidad. Con métricas auditables, financiamiento ético y estructuras de gobierno editorial que resistan la corrupción narrativa.

Si lo logra, no solo reformará la industria audiovisual: redefinirá quién habla y cómo se escucha. En este país donde la comunicación siempre fue central a la política, el streaming emergente tiene una oportunidad histórica: no reemplazar la TV, sino hacerla más abierta. No devorar audiencias, sino expandir el debate. No reproducir viejas jerarquías, sino redistribuir el control del micrófono.

El streaming argentino merece ser más que una moda de jóvenes: merece ser una institución cultural y política de peso. Acá, ya no solo vale quién habla, sino quién puede hacer que millones entren al living digital. “La patria streamera” no empezó ayer: acaba de entrar en su edad de oro, la edad de la responsabilidad en la formación de discurso y construcción de narrativas que favorezcan el desarrollo cultural y democrático del país. Veremos si lo logra.

 

*Autor del ebook “Unir la cadena. IA & comunicación política. Guía práctica para asesores”, LAMATRIZ, 2024.

OPINÁ, DEJÁ TU COMENTARIO:

NEWSLETTER

Suscribite a nuestro boletín de noticias